La discusión no debería centrarse en si se sube o se baja el porcentaje que aplica al Impuesto a los Consumos Especiales (ICE); la discusión debería ser si se mantiene o se elimina este gravamen.
La respuesta lógica, de acuerdo con la libertad de las personas, debería ser que se elimine.
¿Con qué criterio algunos productos tienen ICE y otros no? ¿Quién, desde la visión estatista, determina cuáles son esos productos? ¿Por qué un carro, una avioneta, un cigarrillo u una simple funda plástica están gravados con este tipo de impuestos que lo que hace es restar competitividad al mercado nacional?
Estos gravámenes van en contra de la libertad de los individuos y fomenta el contrabando.
No hay que olvidar que las fronteras nacionales no están lo suficientemente vigiladas y que existe corrupción. Entonces, no es muy descabellado pensar en ello.
Desde una perspectiva práctica, el ICE es un impuesto innecesario, que en muchos países ya no existe.
Como siempre, la aplicación de ciertos impuestos demanda más controles, lo que significa un aumento de la burocracia para cubrir estas necesidades. Así es como funciona el Estado.
Más bien, el sistema tributario ecuatoriano debería simplificarse. Más impuestos implica más gastos.
Editorial de El Diario publicado el lunes 3 de junio del 2024 en nuestra edición impresa.