En la Asamblea Nacional son frecuentes los escándalos originados por un tipo de discrepancia revanchista que, lejos de alimentar el debate para enriquecer las ideas, convierte al recinto legislativo en una suerte de circo político.
Lo que ocurrió a raíz de la aprobación de la actual Constitución, con lo que se cambió la denominación del Legislativo de Congreso Nacional a Asamblea Nacional, no fue más que una adecuación formal porque, en el fondo, se han mantenido prácticas como las disputas por el poder y los escándalos.
Además los enfrentamientos verbales y conatos de agresión, los insultos velados, el predominio de los intereses políticos por encima del bienestar común.
“Que haya debates y discrepancias, pero con ecuanimidad y altura”.
No es justo para los ciudadanos que, habiendo escogido a sus representantes para que trabajen por la atención a sus necesidades, tengan que ver cómo sus acciones se desvían del inicial objetivo.
Menos show y más trabajo. Esa debería ser la fórmula a seguir por los miembros de la Asamblea Nacional.
El país requiere que sus legisladores se dediquen a perfeccionar las leyes para crear un marco jurídico que impulse la reactivación económica, que vuelva más justa a la sociedad.
Y que haya discrepancias y debate, sí, pero con ecuanimidad y altura.
Editorial de El Diario publicado el viernes 9 de febrero del 2024 en nuestra edición impresa.