Muy interesado por lo que hay más allá de las fronteras conocidas, el arquitecto estadounidense de origen mexicano Tim Alatorre se preguntaba por qué la gente no viaja al espacio y no se trabajaba en ello, cuestión por la que ideó la empresa Orbital Assembly y el hotel espacial que tiene previsto abrir en 2025.
El primer paso será colocar en la órbita terrestre un módulo de 400 metros cuadrados de ocho estancias, de las que cuatro serán habitaciones, y en el que podrán viajar cuatro personas, dos tripulantes y dos pasajeros, que llegarán meses después, detalla Alatorre en una entrevista con EFE.
Sin embargo, la idea es añadir más módulos en los meses siguientes, hasta que la primera estación, Pionero, esté lista; entonces habrá cabida para 28 personas, cuatro tripulantes y 24 turistas.
El siguiente paso, si la demanda se consolida, será acondicionar una estación con gravedad artificial y capacidad para 400 personas, donde no sea necesario un entrenamiento especial para poder quedarse, precisa.
Con una estancia mínima prevista de cuatro días, “los primeros turistas podrán ayudar y participar en las investigaciones”; si bien con la ampliación del hotel, se añadirán espacios y actividades para realizar a bordo y la estancia se podría alargar hasta los diez o quince días.
UNA VENTANA A LAS ESTRELLAS
“Vamos a tener ventanas desde las que ver la tierra y las estrellas, juegos y deportes; además, vamos a tener una mezcla de gravedad, se podrá disfrutar de la microgravedad, pero también jugar en la gravedad artificial y simular cómo es andar por la luna”, comenta Alatorre.
Cuando empezó el proyecto, había tres factores que era necesario resolver para que una persona corriente pudiese ir y pasar un tiempo en una estación aeroespacial, según el arquitecto, que participó en la cumbre internacional de Turismo Espacial y Subacuático SUTUS 2022, en la localidad turística española de Marbella (sur).
En primer lugar, hacía falta contar con la tecnología adecuada, algo de lo que ya se dispone: “Hemos tenido una estación espacial durante más de veinte años y sabemos cómo soportar la vida en el espacio”, argumentó.
“En segundo lugar, es necesario bajar los precios”, y a este respecto incide en que desde los años sesenta hasta hace unos años, el coste de llevar un kilogramo al espacio era de unos 8 mil euros (7.800 dólares), “pero en los últimos cinco años hemos visto ese precio bajar hasta los 3.500 euros (3.400 dólares) y lo vamos a ver seguir bajando”, aseguró.
Y en tercer lugar, hacía falta una entidad, pública o privada, “con las ganas de hacerlo”; él y sus socios veían en las películas y en la televisión al ser humano viviendo en el espacio, pero nadie asumía el reto, así que un día se dijeron: “Hagámoslo nosotros”.
Actualmente solo hay dos empresas capaces de llevar pasajeros al espacio, una rusa y una norteamericana, y “el precio, que ronda los 50 millones de euros (49 millones de dólares), es muy caro; así, quedarse en nuestro hotel será muy barato en comparación”, apostilla.
Ahora mismo hay que realizar un entrenamiento concreto, recibir una formación básica de emergencias o saber cómo operar la estación espacial, pero “la meta es que algún día podamos bajar el precio por debajo de los 10 mil euros (9.800 dólares) y que cualquier persona pueda ir sin entrenamiento”, resumió.