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Vigilar las aguas residuales de una ciudad puede ayudar a anticipar futuros problemas de salud pública, pues permite detectar desde la presencia de un virus en la población antes de que éste se manifieste (como en el caso del covid) o conocer si existe un abuso de fármacos, como pueden ser los antibióticos o los ansiolíticos.

Así se ha puesto de manifiesto durante el encuentro informativo organizado por la Agencia EFE junto con la empresa Global Omnium para analizar la importancia del control de las aguas residuales como fuente de información sobre el estado de salud de las ciudades.

El Ayuntamiento de València fue pionero a la hora de utilizar la herramienta SARS GOanalytics, creada por Global Omnium y que permite detectar los restos genómicos de covid en las aguas residuales aún en fases muy incipientes, e incluso cuando los enfermos son asintomáticos.

Pero la investigación puede ir mucho más allá, y esta empresa ya trabaja en otras aplicaciones, a través del proyecto Atalaya, cuyo objetivo principal es desarrollar una herramienta que permita evaluar la salud de la población y la calidad del agua a través de análisis de contaminantes emergentes, especialmente, virus y fármacos.

Se pueden detectar «todos aquellos patógenos que una persona excrete por las heces o la orina», explica la directora técnica del laboratorio de GOlab, Carina González, cuyo laboratorio trabaja con la técnica de PCR cuantitativa para realizar las analíticas del agua.

El proyecto Atalaya surgió a finales de 2020 cuando vieron que el Sars GOanalytics «había dado un resultado real y había servido para la ciudadanía». Entonces, «nos planteamos ampliar las líneas de estudio», señala la doctora en Biomedicina y Biotecnología y responsable de I+D de Servicios en Global Omnium, Ester Méndez.

Esos análisis pueden ayudar a detectar el resurgimiento de otras enfermedades o problemas en la población, como por ejemplo el abuso de fármacos como los ansiolíticos o antibióticos, algo «muy importante hoy en día» por la posibilidad de que las bacterias se hagan resistentes a los antibióticos.

El abuso de los antibióticos hace que en los medios naturales empiecen a surgir bacterias resistentes a ciertos fármacos, y «de ahí el problema», porque si nos contagiamos con alguna de esas bacterias resistentes no habrá tratamiento efectivo contra ellas, ha añadido.

Además del desarrollo de biosensores para detectar alguno de estos contaminantes, también trabajan en el desarrollo de una herramienta molecular que permita evaluar la calidad de las aguas continentales y marinas, analizando algunos indicadores biológicos, lo que «permitiría dar un paso más allá en el desarrollo de un nuevo sistema de detección temprano y un control más global de la calidad del agua».

Para detectar las diferentes sustancias en el agua se instalan en diversos puntos de la red de alcantarillado unos biosensores que permiten detectar in situ determinados contaminantes (aquellos que se haya decidido de antemano).

Se trata de unos electrodos en cuya superficie se adhieren unos receptores que reconocen un microorganismo o contaminante concreto, de forma que cuando el agua pasa por ahí, si ese microorganismo o contaminante está presente, se une a los receptores y se emite una señal eléctrica.

Así lo señala Ester Méndez, quien precisa que, además, esa señal que se emite es «cuantificable», es decir, que se puede saber si hay más o menos carga de ese microorganismo o contaminante.

Esto permite «detectar muchas cosas», como el resurgimiento de enfermedades -desde virus como el SARS-CoV-2 o el de la gripe-, el consumo de fármacos, como antibióticos o antiinflamatorios para localizar un problema de automedicación, o incluso estupefacientes, lo que pude ayudar a las administraciones a tomar decisiones o establecer campañas de concienciación o prevención.

«Ya tenemos incorporados antiinflamatorios. La nueva directiva del agua de consumo ya exige -detectar- un antiinflamatorio como es el diclofenaco. Nosotros ya lo tenemos implantado, ya lo podemos realizar», añade Carina González.