Las irregularidades que se han presentado en los últimos años en las cárceles del país muestran a las claras la necesidad de un cambio profundo y decisivo en el sistema penitenciario.
La fuga de reos, el hallazgo de verdaderos arsenales y de drogas, las muertes de reclusos y la toma de los pabellones por parte de bandas, son síntomas preocupantes del deterioro de un régimen o sistema carcelario afectado por la corrupción y el desinterés de las autoridades.
Las acciones ejecutadas por el actual gobierno han dado algunos resultados, pero es necesario que se defina una reestructuración del sistema que cambie muchas prácticas que atentan contra el rol rehabilitador que deben tener las cárceles.
“La transformación no solamente tiene que darse desde el ámbito sancionador”.
No se puede pensar solamente desde el ámbito sancionador; la propuesta tiene que adquirir una dimensión integral que conecte con la sociedad.
No puede permitirse que estos recintos y el sistema penitenciario sigan siendo escuelas de especialización de delincuentes.
Es de esperar que los pasos que se dan lleven, como debe ser, a una transformación de fondo y de forma.
Eso para que las prisiones sean centros de recuperación de las personas que tengan que pagar sus deudas con la sociedad.
Editorial de El Diario publicado el jueves 1 de febrero del 2024 en nuestra edición impresa.