Según la ONU cada cinco segundos se erosiona una superficie de tierra equivalente a un campo de fútbol y se estima que para el 2050 el 90% de los suelos a nivel mundial podrían estar degradados. Sumado a esto el 95% de los alimentos depende estrechamente de los suelos y su calidad. Estas cifras son una alerta preocupante para la actividad agrícola.
Es por esta razón cada 5 de diciembre la ONU y la FAO promueven el “Día Mundial del Suelo” con el objetivo de visibilizar la problemática y generar conciencia sobre la importancia de ejecutar acciones que ayuden a mitigar la afectación que sufren los suelos. Ecuador no es ajena a esta realidad, según datos generados por el Ministerio del Ambiente y la FAO en el 2018, las pérdidas asociadas a la degradación de la tierra ascienden al 7.6% del valor bruto de la producción agrícola. También indican que las provincias más afectadas son Manabí, que es la que más ha perdido en términos de degradación de las tierras, seguida de El Oro, Imbabura, Loja y Guayas.
A esto se suma los datos suministrados por el Ministerio del Ambiente y el Ministerio de Agricultura de Ecuador, que indican que el 50% de los suelos del país se encuentran en procesos de degradación. Problemática que merece especial atención, debido a que esto impacta en la disminución de fuentes de agua, aumento de la vulnerabilidad ante eventos climáticos en la agricultura y pone en riesgo la seguridad alimentaria, lo que representa un desafío para el desarrollo de la actividad agrícola y la población. En este sentido, Yara viene trabajando en transferir conocimiento para mejorar las prácticas agrícolas y contribuir a reducir el impacto negativo en los suelos y el planeta, es así como desde el 2015 ha logrado capacitar más de 25 mil agricultores ecuatorianos para que sus prácticas sean sostenibles, con una combinación entre eficiencia y cuidado ambiental.
“Entendemos y compartimos esta preocupación, ya que entre las principales causas de la degradación del suelo en el país se debe a la expansión de la frontera agrícola y a prácticas poco eficientes y con alto impacto ambiental lo que repercute en la productividad del campo. Por este motivo, estamos comprometidos en el desarrollo de una agricultura sostenible que ayuda a enfrentar los desafíos que hoy asumimos como cultivar más alimentos en la misma extensión de tierra, hacer uso eficiente del agua, contribuir a mantener la fertilidad de los suelos y la seguridad alimentaria de una población en crecimiento”, expresa Jaime Vinces, Gerente Comercial de Yara Ecuador.
RECONVERSIÓN DE CULTIVOS, LA APUESTA POR EL SUELO. El Ministerio de Agricultura y Ganadería indica que 4,3 millones de hectáreas se destinan a la actividad agrícola y las proyecciones, es seguir sembrando en la misma cantidad de tierra para mitigar los efectos del cambio climático. De hecho, en la reciente COP26 los gobiernos de 45 países se comprometieron a promover la agricultura sostenible y con ella la salud del suelo con cerca de USD 4.000 millones de inversión en avances tecnológicos para el sector agrícola.
Uno de los ejes de trabajo de la cartera de Estado es precisamente la reconversión de cultivos. De tal forma que los productores puedan sembrar otro producto para el abastecimiento interno o la exportación. El Ministro de Agricultura y Ganadería, Pedro Álava se inclina por la diversificación de la siembra, “queremos enseñarle al agricultor a volverse autosuficiente y empresario, que siembre donde haya un mercado que le compre la cosecha. Trabajamos en la reconversión de algunas zonas de arroz, por ejemplo, para pasar al maíz o al café. Además, queremos proveerle del crédito para montar infraestructura que le permita mejorar su productividad. Estamos empeñados en crear la mentalidad de que con tecnología y con la ciencia se puede avanzar”, dijo en una entrevista con El Comercio.
Adicional, el Ministerio del Ambiente de Ecuador (MAE), trabaja desde el 2018 en el proyecto Gestión Integrada para la lucha contra la Desertificación, Degradación de la tierra y Adaptación al Cambio Climático “GIDDACC”, con el cual busca combatir la desertificación, degradación de la tierra, sequía y adaptación al cambio climático, a través de la implementación de iniciativas locales de conservación y desarrollo con enfoque de equidad de género e interculturalidad; y a la gestión de recursos económicos y asistencia técnica de organizaciones nacionales y mundiales que apoyan la ejecución de actividades sostenibles en territorio.
“Los suelos tienen un gran potencial para filtrar y amortiguar los contaminantes; degradan y atenúan los efectos negativos de estos, pero la capacidad es finita. La mayoría de los contaminantes proceden de actividades humanas, como las prácticas agrícolas no sostenibles, actividades industriales y de minería, los residuos urbanos no tratados y otras prácticas no respetuosas con el medio ambiente. También las mejoras tecnológicas conducen a la liberación de nuevos contaminantes al ambiente”, expone la FAO en torno a la conmemoración del Día Mundial del Suelo.