Los estados de excepción deben ser tomados como medidas extraordinarias, frente a eventos graves que demanden una intervención directa del Estado.
No tienen que tomarse, como ocurrió en el gobierno anterior, como eventos casi rutinarios.
El presidente de la República emitió ayer un decreto mediante el cual declara el estado de excepción por grave conmoción interna, a raíz de una serie de hechos violentos y sucesos como la evasión del reo Adolfo Macías, conocido como “Fito”, de una cárcel de Guayaquil, y la toma de guías como rehenes en seis centros de rehabilitación social.
Un estado de excepción debe estar acompañado de medidas complementarias, sino se convierte en un simple trámite.
Y además pierde el efecto de contundencia que debería tener.
“Se debe justificar el costo que genera para la sociedad y la producción”.
De alguna forma debe justificar el costo que una decisión como ésta causa para la sociedad y los sectores productivos.
La restricción de derechos, como los de la libre movilidad y de reunión, afecta el desenvolvimiento normal, pero además limita determinadas actividades laborales.
Sin acciones específicas, los estados de excepción pasarán sin mayor efecto, y ese no es el espíritu de estas disposiciones que, como su nombre señala, deben ser excepcionales.
Editorial de El Diario publicado este martes 9 de enero del 2024 en nuestra edición impresa.