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Tenía 24 años cuando Isabel Marcos se confabuló con sus padres y con su marido. Lo hizo para matar a su mejor amiga y arrebatarle a su hijo.

La asesina, quien tenía un deseo sin límites de ser madre, lo consiguió sin importarle el crimen que tuvo que cometer.

Para lograrlo, mató a su amiga Vanessa Lorente Jiménez. Ella se quedó con su bebé de cuatro meses y lo hizo pasar por propio.

Una llamada anónima, con respecto al niño, la puso contra las cuerdas: “creo que hay una pareja que tiene un niño como propio y no es suyo”.

Al principio, ella lo negó: “soy su madre, es mío”, incluso ante la Guardia Civil.

Reconoció el crimen

Las autoridades hicieron una prueba de ADN y terminó confesando: “Es el hijo de Vanessa, me dijo que lo cuidara antes desaparecer”.

“Está muerta”, confirmó Marcos. Tras más de 72 horas de interrogatorio, de forma espontánea, indicó a los guardias civiles dónde encontrarían el cadáver.

“Está en casa de mis padres, enterrada”.

La Guardia Civil acudió al punto exacto: una propiedad de Queixeiro, (La Coruña en España). Era cierto. Vanessa estaba allí. En la finca encontraron su cuerpo sin vida, enterrado a un metro de profundidad.

Rara, solitaria, ausente y poco sociable, la describieron después del crimen. Pocos, quizá nadie, conocían a fondo a Isabel Marcos.

Con tendencia al aislamiento, a la depresión y de pensamiento esquizoide -dictaminó un forense tras su detención.

Nadie podía imaginar que ella fuera capaz de articular un plan tan perverso: simuló estar embarazada, sedó, golpeó y asesinó a su amiga; escondió su cuerpo y le robó a su bebé.

Por la tragedia ocurrida en agosto de 2002, a Marcos la condenaron a 30 años de cárcel. Sin embargo, en prisión conoció a un preso con el que tuvo un hijo.

En la actualidad, Isabel tiene permiso de salida los fines de semana. Lleva cumplidos 21 de los 28 años en los que quedó su condena y está a punto de recuperar la libertad.

Irónicamente, Isabel culminó en la cárcel, de forma real, su obsesión: dio a luz un bebé.