Hace cinco años, Neymar se convertía en el futbolista más caro de todos los tiempos cuando el París Saint-Germain pagaba al Barcelona los 222 millones de euros de su cláusula de rescisión, una operación que cambiaba la relación de fuerzas del fútbol europeo.
Por vez primera, una estrella de orden internacional, que acababa de ser tercero de la lista del Balón de Oro y estaba llamado a ser el heredero del argentino Lionel Messi, pasaba de uno de los clubes tradicionalmente más poderosos de Europa para comprometerse en uno de los nuevos ricos alimentado por los petrodólares del Golfo Pérsico.
El golpe de efecto fue enorme, el fútbol francés celebraba la llegada de una estrella como nunca antes habían tenido y, sobre todo, habérselo arrebatado a un club que en el pasado se llevó a algunos de sus mejores jugadores.
El PSG se cobró la revancha de nombres como Ronaldinho y lo hizo a cambio de una cantidad nunca antes pagada en el fútbol y que no ha sido igualada desde entonces.
Neymar llegó para hacer triunfar el proyecto deportivo catarí en París, huyendo de la demasiado pesada sombra de Messi y dispuesto a llevar al club francés a lo más alto de Europa.
Pero su huella se ha ido desdibujando, su peso deportivo se ha visto diluido por la emergencia de otras estrellas, en particular del francés Kylian Mbappé, o la llegada de jugadores de más renombre, como el propio Messi.
Si hace cinco años el presidente del PSG, Nasser Al Khelaifi, aseguraba que “en dos o tres años” el valor del jugador “se multiplicará por dos o por tres”, hoy día la realidad es otra.
Neymar ha perdido valor, no goza del cariño de los aficionados y ya no es una pieza clave en el PSG que, incluso, no se opone a su salida si llega una oferta consecuente.
Pero su enorme salario, elevado el año pasado cuando el club le prolongó el contrato pocos meses antes de hacer lo mismo con el de Mbappé, es un obstáculo de talla para que cualquier otro equipo se interese a un jugador de 30 años.
El brasileño ha dilapidado el enorme capital de carisma y calidad que tenía en 2017 en el Barcelona y no ha conseguido llevar al PSG al cetro europeo que tanto buscan los propietarios cataríes del club.
Su paso por París ha sido un cúmulo de despropósitos que ha terminado por degradar su imagen.
“NUEVO DESAFÍO”
Llegó a la capital francesa “en busca de un nuevo desafío”, según sus propias palabras, pero pronto se dio cuenta de que el proyecto no sería un camino de rosas.
Enseguida chocó con el uruguayo Edinson Cavani, ídolo de la grada y con quien se enfrentó para poder tirar los penaltis. Su primer gran duelo europeo, los octavos de final de la Liga de Campeones contra el Real Madrid en 2018, se saldó con un fracaso, transparente en la ida y lesionado en la vuelta.
Las lesiones han sido una constante, lo que ha llevado a cuestionarse si no tienen relación con su descuidado estilo de vida.
A causa de ellas se perdió los partidos clave de Europa en 2019 y entró en su peor fase en París. Agrede a un aficionado, es acusado de violación y se convierte en el centro de las críticas de los aficionados.
El propio Al Khelaifi parece abandonarle a su suerte y asegura que “nadie le obligó” a venir al PSG. El jugador dice que quiere volver al Barça, pero el club catalán no encuentra dinero para financiar la operación, por lo que la grada le dedica un tajante: “Neymar lárgate”.
Obligado a reconquistar a los aficionados, el jugador parece comprometerse más con el proyecto, pero asiste impotente a la eclosión de un joven que llegó al tiempo que él, por menos millones, pero que se está convirtiendo en el héroe de los aficionados.
Mbappé ensombrece a Neymar cada día, más incluso de lo que lo hacía Messi en el Barcelona. Con la diferencia de que el francés no busca un heredero, al contrario, está llamado a liderar el proyecto.
El brasileño fue decisivo en la clasificación del PSG para la final de la Liga de Campeones de 2020, la mayor gesta europea del club, pero eso no se suficiente para que vuelva a ser querido por los aficionados.
Pendientes de Mbappé, que esperó al final del curso para anunciar su continuidad, Neymar ha quedado totalmente fuera del foco mediático. Lejos queda la “Neymar manía” que se apoderó de París cuando llegó procedente de Barcelona.
El jugador asegura que quiere seguir, pero el precio a pagar será dejar los comportamientos de “vedette” que han marcado hasta ahora su paso por París.
El pasado fin de semana, en la final de la Supercopa de Francia, Neymar se mostró comprometido y trabajador en el aspecto colectivo.
“¿Ahora también defiendes?”, le dijo el entrenador del Nantes, el equipo rival, Antoine Kombouaré.
Neymar llegó como una estrella y, en cinco años, parece condenado a ganarse un puesto en la galaxia.