Los gritos y golpes que se daba Juan José contra el borde del colchón no permitían que su madre Eberida Zambrano explique cómo es su día en casa. Lo tranquilizó un poco cuando le entregó una sábana, con la que se puso a jugar, aunque seguía gritando.
Eberida y su familia son oriundos de Santa Ana. Llegaron a Manta hace 24 años. Ya había formado su hogar con Lorenzo Alcívar, con quien había procreado a sus tres hijos: Wilber, hoy de 31 años; Rosa, de 30 años, y el menor Juan José, que tiene 26.
El menor de sus hijos nació con discapacidad física. Según el carné del Conadis, presenta el 98% de discapacidad, pero cuenta su madre que lo que presenta son cuadros de epilepsia.
Desde siempre su madre ha sido su soporte y auxilio, pero desde hace cuatro años ella, que tiene 62 años, también registra el 39% de discapacidad.
En su caso, se originó a causa de la diabetes, pues le amputaron una de sus piernas.
Eberida relató que alguna vez llevó a su hijo a una actividad en la playa El Murciélago y hacía mucho sol. Ese día le salió una ampolla en uno de sus pies y ante el intenso calor le dio sed, por lo que decidió tomarse una gaseosa, aun sabiendo que le hacía daño por su enfermedad. Su pierna empezó a gangrenarse y debieron amputarla.
Desde ese mal momento ya han pasado casi cuatro años. Los quehaceres del hogar y la atención de su hijo discapacitado los comparte con su esposo Lorenzo Alcívar, de 64 años.
Él también es su apoyo cada fin de semana, cuando se dedica a vender cuerito de chancho asado y morcilla en las afueras de su casa, ubicada en el barrio Palo Santo.
Eberida ya no puede llevar a su hijo Juan José a las terapias.
De pequeño lo llevaba hasta el instituto Angélica Flores y desde que viven en Palo Santo a la Fundación Rostro de Jesús, pero la falta de dinero para pagar un taxi o disponer de una silla de ruedas en buen estado se lo impiden. El nuevo impedimento es ahora la falta de una de sus piernas, funcionarios de la Misión Las Manuelas la visitan en su casa para vigilar a Juan José.
Su hijo sí se beneficia del bono de 240 que entrega el Gobierno, aquel dinero lo destina para las medicinas de él y sus pañales.
Un dólar cuesta la pastilla que toma para controlar la epilepsia, especialmente en las noches. De estas pastillas Juan José debe tomar dos diarias.
Eberida trabaja con los cueritos para lograr costearse sus remedios, porque en el subcentro nunca hay medicamentos, expresó.
Otra ayuda que se idearon en casa fue poner una tienda, pero la ganancia no deja más de dos o tres centavos por cada producto que vende, indicó. Pero no se queja, sabe que es una manera honrada de generar un pequeño ingreso para su hogar..
En Ecuador, más de 300.000 personas han presentado una crisis convulsiva, de los cuales, aproximadamente 150.000 padecen epilepsia, y cada año serán diagnosticados en nuestro país entre 12.000 a 18.000 nuevos casos de epilepsia.