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Dana estaba próxima a casarse, y ese día en que le harían su despedida de soltera se puso una peluca para verse bien.
Le pesaba. Eran como cinco kilogramos de más en su cabeza, más la carga de sus preocupaciones. “En lugar de divertirme, me sentí incómoda y falsa”, recordó.
Actualmente Dana, de 32 años, acude a citas psicológicas.
Le ha costado mucho reconocer sus temores, su estrés y las preocupaciones. “Pero siento que poco a poco lo estoy superando”, expresó mientras se sacaba la pañoleta que cubría su cabeza y sonreía apaciblemente.
Hace un año, Dana fue diagnosticada con alopecia.

Esta es una enfermedad que se presenta con la pérdida anormal del cabello, por lo que el término se considera un sinónimo de calvicie.
Puede afectar al cuero cabelludo o a otras zonas de la piel en las que existe pelo, como las pestañas, axilas, región genital y barba.

La dermatóloga Yira Bernal sostiene que actualmente los casos de alopecia son muy frecuentes.
Una de estas causas es por trastorno post-COVID, sostuvo.
Según Bernal, otra de las causas que la originan es el estrés, ya sea por el ambiente que se vive actualmente en lo laboral o familiar, porque predispone a que en las personas se bajen las defensas, lo que provoca una inmunodepresión del cuerpo y por ende el primero en caerse es el cabello.

Los casos de alopecia son mucho más frecuentes que antes de que apareciera la pandemia. En el 2019, en el consultorio de Bernal se atendían uno de cada diez pacientes, pero hoy son entre 4 y 5 de cada diez los llegan por un tratamiento.

Para la especialista, una situación alarmante es que los pacientes son jóvenes, desde los 18 años, cuando antes eran mayores de 50 quienes la buscaban.

La alopecia areata es la más común: se presenta como un tipo de moneda en el cuero cabelludo donde no hay pelo, es decir que es localizada.
Hasta el hospital Rodríguez Zambrano de Manta no llegan pacientes con esta novedad. Una de las razones es porque la derivación o referencia tarda hasta llegar a un especialista dermatólogo.

Normalmente estas derivaciones demoran entre 3 y 6 meses, y en ese tiempo la persona hasta podría quedarse calva, por lo que los afectados prefieren buscar consultas privadas, anotó Bernal.

Toda persona que presente esta enfermedad debe descartar problemas hormonales, anemia, problemas de tiroides, falta de vitaminas o problemas inmunológicos que se ven mucho después del COVID.

Cuando la alopecia es reciente, el cabello sí se puede normalizar, pero cuando pasan muchos años de evolución no, porque con el tiempo el folículo se miniaturiza y luego desaparece, señaló.

Esto mismo es lo que le ha ocurrido a Dana, quien relató que todo se originó cuando sus padres murieron de COVID y, al verse sola, el estrés y la depresión se apoderaron de ella, y su cabello empezó a desaparecer. “Cuando busqué al dermatólogo fue muy tarde”, indicó.

Hasta el consultorio de Bernal han llegado un par de casos en los que sus pacientes no pudieron recuperar su cabello; de ellos, una niña cuyos padres tenían conflicto de custodia legal por ella. Esa niña presentó alopecia universal, es decir caída de cabello, cejas, pestañas, vellos del cuerpo.
“Le perdí el rastro porque no volvió a las consultas”, dijo.

La dermatóloga indicó que toda persona con esta patología debe buscar ayuda psicológica, no solo para aceptar la enfermedad, sino para descubrir su causa cuando la originan el estrés y depresión, por ejemplo.
La alopecia areata afecta a 6,8 millones de personas en los Estados Unidos, según la Asociación Nacional de Alopecia Areata de ese país.

En Ecuador, sin embargo, no hay datos generales, fuera de los reportados por hospitales y en centros especializados. Entre el 30 y 40 % de las citas que registra el Centro Dermatológico Ollague, en Quito, son por algún tipo de alopecia, publica diario El Comercio.