“¿Papi, por qué te hicieron eso?”, decían entre llanto las hermanas de Jefferson Cedeño Hermida, de 18 años como fue identificado el hombre hallado descuartizado al interior de un saco la mañana del martes.
Cerca del mediodía de ayer los familiares de Jefferson llegaron a la morgue de Quevedo, ciudad donde ocurrió el hecho macabro, para identificar el cuerpo.
Ellos llevaban un par de días sin saber de él y su ausencia les preocupó.
Una corazonada los hizo ir hasta el centro forense, donde hallaron su cadáver hecho pedazos.
Desconocidos lo decapitaron y cercenaron para luego colocar sus restos dentro de un saco.
Luego lo llevaron hasta el puente Walter Andrade, donde lo colgaron, algo similar a hechos ocurridos en México.
Dentro del saco la Policía, además del cuerpo, encontró sus zapatos y la ropa que Cedeño llevaba puesta en el momento de su muerte.
En medio del dolor, los familiares de Jefferson evitaron referirse a lo ocurrido, indicaron que vivían en la parroquia Siete de Octubre, donde lo vieron por última vez el lunes pasado.
> Quisieron prevenir.
Luego de la autopsia, el cuerpo del joven fue sepultado de inmediato en el cementerio general de Quevedo, ubicado junto a la morgue para evitar alguna nueva desgracia.
El padre de Jefferson llegó al anfiteatro vistiendo el uniforme del Grupo Ingenio, empresa responsable de la recolección de basura de Quevedo; al enterarse de la fatalidad, interrumpió sus labores de trabajo para realizar los trámites y darle cristiana sepultura a uno de sus hijos.
Ahora los familiares de la víctima lo dejan todo a la “justicia divina”. En tanto que la Policía realiza las investigaciones para aclarar el hecho y lograr ubicar al o los descuartizadores, quienes son un peligro para la comunidad y podrían estar volviendo a cometer un hecho similar.