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En el sector Brisas del Pacífico, de Pedernales, hay muchas familias viviendo en casas improvisadas después del terremoto.

Pedernales es uno de los cantones atravesados por la línea ecuatorial que, imaginariamente, divide al planeta en los hemisferios norte y sur; pero también fue el epicentro del terremoto del año 2016, considerado uno de los más devastadores de la historia de Ecuador. Cientos de personas se quedaron sin casas y no recibieron ayuda. Están, literalmente, olvidados en medio del mundo.

Antonio Valencia, conductor de mototaxis, no puede hablar sin que se le note la tristeza por lo ocurrido hace seis años y por lo que le ha tocado vivir desde entonces. El día de la tragedia, su esposa estuvo a punto de morir aplastada por las paredes de su vivienda, en la quinta etapa de la ciudadela Brisas del Pacífico.

Al inicio lo vio todo difícil, pues, al quedarse sin casa, tuvieron que permanecer varios días cobijados bajo un almendro, hasta que armaron un albergue. A los dos años decidieron retornar a su propiedad para retirar los escombros y empezar de nuevo. Desde entonces, el proceso de recuperación ha sido lento, a medida que sus escasos ingresos como mototaxista y reportero de un noticiero radial se lo permiten.  La vivienda de Valencia es una muestra de cómo viven muchas personas en Manabí.

Más allá, entre un grupo de casas pequeñísimas que fueron armadas al apuro, para salir de la emergencia, vive Jorge Ortiz, quien vio de cerca todas las necesidades de su cantón porque trabajó como voluntario en la repartición de alimentos.

Su familia fue una de las damnificadas. Como su casa se cayó, tuvieron que improvisar otra en el sitio que antes ocupaba una escuela, donde su madre volvió a instalar, con mucho esfuerzo, una tienda. Saben que tienen que salir de ahí, que el predio no les pertenece, pero no les dan opciones. Y, como en todos los casos, funcionarios públicos y aspirantes a algún cargo llegan, piden nombres, ofrecen y se van. Después no vuelven a saber de ellos, asegura.

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