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Las fallas de los tres poderes del Estado causan decepción y merecen, más que una reflexión, una reformulación de propósitos, tanto de la clase política como de los ciudadanos, ante las próximas elecciones.

Dos años han transcurrido desde que el Presidente de la República asumió el poder y no ha podido gobernar. Los tres poderes están fallando.

Sus escasas ejecutorias y el desbordamiento de graves problemas sociales pusieron cuesta abajo su popularidad.

Otro de los tres poderes, la Asamblea Nacional dejó a un lado su papel legislador y fiscalizador y se convirtió en una permanente boicoteadora de las propuestas del Ejecutivo.

Muchos de sus integrantes demostraron que no estaban preparados para ese cargo.

Y, como colofón, la justicia también falla.

Hay sentencias que dan asco, desde la liberación de narcotraficantes hasta la concesión de medidas cautelares a sentenciados por corrupción, a muchos de los cuales ni siquiera les han exigido el pago de la reparación económica de los perjuicios que causaron al Estado y a la sociedad.

Recientemente un juez ha devuelto los derechos políticos al exvicepresidente Jorge Glas, quien estuvo detenido por corrupción.

Lo ha hecho a pesar de que la Constitución, que es la norma suprema del país, lo prohíbe.

El país podría estar frente a un colapso de los poderes, lo que se llama estado fallido. Cuidado.

Editorial de El Diario publicado el domingo 11 de junio del 2023 en nuestra edición impresa.