Frenar el avance del cambio climático pasa por reducir las emisiones de CO2 y desprenderse de los combustibles fósiles, pero también por desarrollar nuevas tecnologías que apuntalen la lucha contra la crisis medioambiental.
Una de ellas, que suscita cada vez más interés, también en el marco de la cumbre del clima de Glasgow, es la captura, transporte, almacenamiento y utilización de CO2.
La Comisión Europea quiere impulsar esa tecnología para reducir sus emisiones en un 55 % en 2030 como senda para alcanzar la neutralizad climática en 2050. También China y Estados Unidos se refieren específicamente a ella en la declaración conjunta que han firmado en la COP26 para acelerar la descarbonización.
El catedrático de la Escuela de Ingenieros de Minas y Energía de la Universidad Politécnica de Madrid Ángel Cámara explica a Efe en qué consiste.
CAPTURA Y TRANSPORTE. “Tienes un punto fijo de producción” que emite dióxido de carbono, como una central térmica o una fábrica de cemento, “recoges ese CO2 que sale de la combustión mezclado con más cosas y tienes que tratarlo para darle una pureza por encima del 99 %”, resume.
A continuación, hay que transportar ese gas “a una determinada presión, exactamente igual que si fuera gas natural, por lo tanto la tecnología se conoce”, agrega el profesor.
ALMACENAMIENTO. En tercer lugar hay que llevar el gas a condiciones críticas de presión y temperatura, “de forma que se reduzcan los 500 metros cúbicos que ocupa una tonelada de CO2 en condiciones atmosféricas, a unos 15 metros cúbicos” e inyectarlo en una roca porosa” en “unas condiciones geológicas de almacenamiento determinadas, como un acuífero salino profundo a unos 700 u 800 metros de profundidad”.
UTILIZACIÓN. El cuarto concepto, que con los años se ha unido a los tres primeros, es la reutilización de ese CO2 en la producción de plásticos o para alimentar invernaderos en los que se produzcan biocombustibles.
Sin embargo, esa utilización es “mínima”, comenta el experto, porque “no es posible utilizar todo el CO2” que se genera.
¿POR QUÉ HASTA AHORA NO SUSCITABA TANTO INTERÉS? El problema que tenía ese proceso era su alto coste. “Se calculaba que entre captura, transporte y almacenamiento” el precio de cada tonelada de CO2 así obtenido “podía estar en unos 45 euros (52 dólares)”, aunque se consideraba que el coste podía reducirse hasta alrededor de unos 30 euros (unos 34 dólares).
En esas condiciones, no resultaba rentable cuando en el mercado de emisiones de CO2 de la Unión Europea -el llamado sistema ETS donde cerca de 11.000 plantas de consumo intensivo de energía pagan por el dióxido de carbono que generan- el precio por tonelada rondaba los 15 euros o 17 dólares.
Resultaba más barato liberar CO2 y pagar que invertir en capturarlo.
Sin embargo, la tonelada cotiza ahora a unos 60 euros (casi 69 dólares), por lo que capturarlo resulta más atractivo.
¿EN QUÉ PUNTO DE DESARROLLO ESTÁ? La tecnología se estudia desde hace muchos años y está “plenamente desarrollada”: “capturar y almacenar es relativamente fácil” dice Cámara.
Pero no se puede desplegar masiva e inmediatamente porque “la preparación de los pozos no se hace en un día y probablemente esta década sería de preparación” para un uso a escala entre 2030 y 2050, añade.
¿CUÁLES SON LOS INCONVENIENTES? La captura y almacenamiento de CO2 “en una fuente difusa es mucho más complicado”, por lo que no serviría para utilizarlo con las emisiones que genera el transporte, por ejemplo, que es un sector responsable de en torno al 25 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, según la Comisión Europea.
¿Y LOS RIESGOS? A ojos del profesor, ser trata de una tecnología que no presenta riesgos. Transportarlo es seguro porque previamente se eliminan el vapor de agua y el óxido de azufre, que son los que podrían producir corrosiones. Igual que “con los gasoductos, donde no se producen fugas”, sostiene Cámara.
Tampoco es factible que produzca movimientos sísmicos en la fase de almacenamiento porque “no se mete sobrepresión”. “Imposible. No te va a crear problemas”, añade el experto, quien apunta que “al cabo de cientos de años, igual hasta 1.000 años, se va calcificando y los poros de se van tapando”, pero hasta que eso ocurra hay “capacidad de almacenamiento durante muchísimo tiempo”.
DUDAS ECOLOGISTAS. Algunos gobiernos y organizaciones plantean dudas sobre esta solución.
La vicepresidenta tercera del Gobierno español, Teresa Ribera, considera que no se debe mandar un mensaje de “esperanza a los productores y exportadores de combustibles fósiles, y en particular del carbón”, de forma que piensen “que en algún momento pueda llegar a haber una tecnología que reduzca, que elimine, esas emisiones de gases de efecto invernadero”.
Por su parte, el coportavoz del partido ecologista español Verdes EQUO y miembro de la delegación de los Verdes Mundiales, Florent Marcellesi, señaló a Efe que es “una solución del todo inmadura (…) que nos hace desviar la atención del objetivo central” que es “reducir las emisiones de CO2 en origen”.