La valentía de Richard Carapaz vale un oro olímpico. El ataque a 5 kilómetros de la meta del bravo corredor del Carchi ecuatoriano sobre el estadounidense Brandon McNulty le permitió entrar en solitario en el Circuito Internacional de Fuji y proclamarse campeón de ciclismo en ruta en los Juegos Olímpicos.
Tras el podio del Tour de Francia, esta vez el ecuatoriano ocupará el primer cajón de privilegio. Con paciencia, tras aguantar un estacazo del esloveno Tadej Pogacar, en el paso del Mikuni, sabedor que la carrera era larga, muy larga. El esloveno, intratable en la ‘Grande Boucle’ francesa, se tuvo que contentar con el bronce, tras quedar por detrás en el sprint del grupo perseguidor del belga Wout Van Aert, que obtuvo la plata.
Un triunfo que supone la tercera medalla olímpica de Ecuador y el éxito más destacado de Carapaz tras la general del Giro de Italia, pero sobre todo es un premio a la audacia del ciclista del Carchi, que supo esperar su momento para atacar de lejos en el último puerto, y tuvo la calidad para escaparse de McNulty antes de entrar en el circuito de velocidad nipón.
Antes que él, sólo otro ecuatoriano había subido al podio olímpico: el atleta Jefferson Pérez, campeón de 20 km marcha en Atlanta’96 y plata en Pekín 2008.
En Tokio Carapaz se consagró en la recta final del Circuito Internacional de Fuji, que ofreció una de las primeras fotos con espectadores de los Juegos Olímpicos, ya que el trazado se encuentra en la prefectura de Shizuoka, que no está afectada por el estado de emergencia que afecta a la capital, un máximo de 600 espectadores.
La prueba olímpica se inició con un recorrido por la ciudad, con bastante gente en las calles de Tokio viendo la salida de los ciclistas, entre parques, cementerios y templos, la oportunidad de la capital nipona para mostrarse en unos Juegos deslucidos por la pandemia.
En la pelea por cerrar la primera fuga, se llevaron el gato al agua en los primeros diez minutos ocho corredores: el sudafricano Nicholas Dlamini, el checo Michael Kukrle, el eslovaco Juraj Sagan, el rumano Eduardo-Michael Grosu, el griego Polychronis Tzortzakis, el venezolano Oluis Aular, el burkinés Paul Dumont y el azerí Elchin Asadov.
El pelotón los dejó hacer, adoptando una marcha suave y sabedores los favoritos de que quedaba mucho desnivel por delante. Tanto que los escapados llegaron a superar los 18 minutos de renta antes de iniciar la primera ascensión a Doshi. En el grupo, un pequeño susto para los británicos: Geraint Thomas y Tao Geoghegan Hart se vieron involucrados en una caída, sin consecuencias graves. También para el colombiano Nairo Quintana, por un fallo mecánico.
En el ecuador de la prueba, los favoritos dijeron basta. Eslovenia y Bélgica se pusieron a tirar, nada menos que con el vigente campeón olímpico, Greg Van Avermaet, al frente. Reducían poco a poco, en una jornada agotadora por el calor y la humedad, que reflejaba un Primoz Roglic sediento, bajando al coche a por botellas de agua helada.
VÍCTIMAS INESPERADAS EN EL MONTE FUJI
La marcha impuesta por eslovenos y belgas, y a la que se sumó Italia con el escalador Giulio Ciccone, para subir el Fuji Sanroku generó víctimas insospechadas, especialmente en el bando español, donde cedió primero Omar Fraile y después lo hizo Alejandro Valverde, en las últimas rampas, haciendo desvanecer la ilusión de la medalla en sus quintos Juegos Olímpicos.
El murciano, dolorido en la espalda pero curtido en mil batallas, aguantó el mal rato y consiguió sumarse al grupo en la bajada para llegar con ellos a los pasos intermedios del circuito de Fuji.
Al segundo paso por el trazado se acabó el sueño de los escapados y comenzaron las escaramuzas. Remco Evenepoel, Rigoberto Urán y el irlandés Edward Dunbar dieron el primer aviso a navegantes. Luego Francia tomó el mando del pelotón, desbancando momentáneamente a Eslovenia. Valverde sobrevivía en la parte baja.
EL LATIGAZO DE POGACAR
Quedaba el temido paso del Mikuni. Italia apostó en la aproximación, y Bélgica acabó de reventar la carrera, dejando un reguero de víctimas: de nuevo Valverde, Nairo Quintana, Vicenzo Nibali, incluso Remco Evenepoel no pudo resistir.
Tampoco ninguno de los ciclistas españoles pudo aguantar el arranque del puerto más temido de estos Juegos. Una noche de tensión por el positivo de un miembro del equipo español había dado al traste con su concentración y en la carrera no pudieron dar más de sí.
Y ahí, apareció Pogacar, el nuevo caníbal del ciclismo. A 37,4 kilómetros de meta, en lo más duro del Mikuni Pogacar desató su látigo. Solo le siguieron el canadiense Michael Woods y el estadounidense Brandon McNulty.
Por detrás, Van Aert lideraba al resto, aunque el polivalente corredor belga acabó perdiendo fuelle y vio cómo el ecuatoriano Richard Carapaz, el italiano Alberto Bettiol y el polaco Michal Kwiatkoswki tiraban hacia adelante en buscar de Pogacar y sus secuaces. También el colombiano Rigoberto Urán se metió ahí, y acabaron entrando el resto. Vuelta a empezar.
El reagrupamiento provocó que nuevos contendientes entraran a la lucha: Carapaz hizo su apuesta y le siguió McNulty, de nuevo atentísimo a todo y a todos. Llegaron a tener 45 segundos al final de la bajada, con unos 15 kilómetros por delante, pero por detrás apretaban, con Van Aert y Urán liderando la caza. Pogacar guardaba mientras la ventaja de los escapados se reducía inexorablemente.
En las inmediaciones del circuito, a 5,8 kilómetros para la meta, Carapaz dio el hachazo. Su ataque, imposible para McNulty, le ponía solo en el circuito. Ya solo era cuestión de rematar, y el ecuatoriano finalizó con la fe y la clase que lo caracterizan. Pogacar y Van Aert tuvieron que contentarse con luchar por la plata y el bronce, y se impuso la vocación de esprínter del belga en un final ajustadísimo. Seguramente los tres estarán de nuevo en la pelea en París 2024.