Richard Antonio Carapaz (El Carmelo, Carchi, 28 años) alcanzó la gloria olímpica en el circuito Fuji como remate a una carrera complicada, pero brillante con una lección de estrategia y poderío que premió su estilo ofensivo.
El triunfo otorga al deporte ecuatoriano su segunda medalla de oro olímpica un cuarto de siglo después de que el marchador Jefferson Pérez, todo un mito del país y del deporte mundial, ganara el metal dorado en Atlanta 1996 y luego una plata en Pekín 2008.
La ‘locomotora’ de El Carmelo, que llegaba a esta cita con el aval de un tercer puesto en el reciente Tour de Francia, aprovechó su estado de forma para engrandecer su palmarés.
Ganador del Giro de Italia en 2019, por entonces en las filas del Movistar español, el actual corredor del Ineos Grenadiers no ha tenido una trayectoria fácil. Como otros muchos ha estado cimentada en el sacrificio, la constancia y el reto de perseguir un sueño hasta conseguirlo, inculcado por su padre, Antonio Carapaz, transportista de profesión.
Descubrió su primera bicicleta entre la chatarra y no hizo caso a nadie cuando en el colegio le aconsejaban que dejara el ciclismo porque no llegaría a nada.
Se inició en Ecuador a los 15 años en el equipo Coraje Carchense. Se entrenó con glorias de la época de su país. Después pasó al RPM, en el que se destapó ganando la Vuelta a Guatemala y los Panamericanos Sub’23.
La siguiente etapa en su carrera fue Colombia, país limítrofe con la parroquia El Carmelo, del cantón Tulcán, conocida como la “capital del ciclismo ecuatoriano”, donde ha vivido y vive la familia de Richard. En el país cafetero militó en el Srongman, y con ese maillot se convirtió en el primer extranjero en ganar la Vuelta de la Juventud.
Este resultado no pasó inadvertido para los observadores y técnicos del equipo español Lizarte, filial del Movistar y nombre comercial de una estructura que lleva 27 años de andadura, la Asociación Deportiva Galibier, con sede en Navarra.
En la formación navarra, donde ya se vivió el triunfo de Carapaz en la Vuelta a Navarra 2016, se le destacaba su determinación y liderazgo desde la humildad, con unas ‘piernas sin igual’.
Además de sus facultades como ciclista, Carapaz fue dejando desde niño detalles humanos que han resaltado desde su familia hasta los responsables de los distintos equipos.
Por ejemplo, recuerdan los técnicos, llegó de la mano con Héctor Carretero en la Clásica de Torredonjimeno y le cedió la victoria. En el Memorial Aitor Bugallo llegó con Óscar Rodríguez y Jaime Castrillo, y tampoco ganó él. “Son detalles que te cuentan la clase de persona que es Richard”, señaló.
Su evolución, así, ha sido constante y permanente encima de la bicileta y a pie. En las carreteras siempre ha sido protagonista desde ese trabajo constante y con su valentía, como ratificó en la prueba olímpica.
Subcampeón de la Vuelta a España en 2020 y ganador esta temporada del Tour de Suiza, así como tercero en el Tour de Francia, eleva a otro nivel su figura dentro del pelotón internacional, el que le sitúa en el olimpo, nada menos que en el Monte Fuji, donde releva al belga Greg van Avermaet, ganador en Río 2016 y pasa a formar parte de la nómina ilustre de campeones. EFE