El ciclista ecuatoriano Richard Carapaz se impulsó desde la carencia del ciclismo ecuatoriano, desde la falta de muchas cosas en su hogar, a lo máximo que puede aspirar un deportista: la medalla de oro en unos Juegos Olímpicos, esta vez, los de Tokio 2020.
Cuando Ecuador celebró la conquista de la primera medalla de oro, en los 20 kilómetros marcha, con el cuencano Jefferson Pérez, en Atlanta 1996, Carapaz apenas era un niño de tres años, y 25 años después ha sido el encargado de bañar nuevamente de oro a Ecuador.
De pocas palabras y de hablar pausado y bajito, Carapaz, forjó su grandeza en medio de la carencia, como también lo hizo Pérez, quien ayudaba a su madre en un mercado de su natal ciudad de Cuenca (sur), en la venta de legumbres y de periódicos.
A tal punto va la sencillez de Carapaz, que después del primer puesto de hoy entre sus primeras declaraciones dijo: “Saludos mijines, es algo que ni yo mismo me lo puedo creer”, ante el pedido de un saludo para los ecuatorianos de parte de Sebastián Palacios, ministro del Deporte local.
Las carencias económicas durante su crecimiento no amilanaron al ciclista. Carapaz recibió como primer regalo de su padre, una bicicleta recuperada en una chatarrera. No importó cuántas piezas le faltaban a su “nuevo juguete”, bastaron unos cuántos retoques para que el niño se embarcara en ella y diera vuelo a sus sueños en medio del frío en el páramo de su natal localidad andina de El Carmelo, en la provincia del Carchi (norte), que se ubica a un promedio de 2.900 metros de altitud sobre el nivel del mar.
Y desde entonces, el nujevo campeón olímpico, de 28 años, no paró más. Llegaron las primeras competiciones locales organizadas, más por el entusiasmo de los propios ciclistas, de sus entrenadores o de exciclistas, que como directivos han intentando dar el impulso a este deporte, pero que poco ha cambiado a lo largo de su historia.
Carencia y desorganización que hasta hace poco ha criticado “la Locomotora del Carchi”, como también pasó a conocerse a Carapaz, tras adjudicarse el Giro de Italia de 2019, en otro de los hechos históricos de quien cuando niño, también ayudaba a sus padres, en su caso, con el pastoreo del ganado.
Una vez que llegó al profesionalismo, pero consciente de que no podía quedarse a esperar apoyo de una mejor organización deportiva en su país, siguió sin frenos para cumplir sus sueños y decidió trasladarse a Colombia, la segunda patria por adopción sentimental para muchos ciclistas ecuatorianos, desde donde varios de ellos han dado el gran salto a Europa.
Carapaz permaneció cerca de un año en Colombia, pues luego de ganar en 2015 la Vuelta a la Juventud de ese país, pasó a España donde mostró su potencial al ganar la Vuelta a Navarra de 2016.
Para el 2017 se vinculó al Movistar Team con el que ganó el Giro de Italia.
Después del histórico primer puesto en Italia, Carapaz pasó al club inglés Ineos, con el que sostuvo sus grandes actuaciones pasando de gregario del colombiano Egan Bernal, que se lesionó, a figura principal de su equipo en el Tour de Francia de 2020. Luego alcanzó el segundo lugar en La Vuelta a España.
En junio de este año ganó el Tour de Suiza y recientemente fue tercero en el reciente Tour de Francia, por lo que muchos en Ecuador especulaban que, la Locomotora del Carchi, no llegaría en buen nivel físico a los Juegos Olímpicos debido a los apenas unos cinco días de descanso.
Tras la medalla de oro en Tokio, Carapaz quedará en la ruta hasta de alcanzar o superar a Jefferson Pérez, quien en el 2008, en los Juegos Olímpicos de Pekin, se quedó con la medalla de plata. EFE