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En diciembre de 2011, la Organización de Naciones Unidas (ONU) designó el 21 de marzo Día Mundial del Síndrome de Down.

Con esto, la ONU quiere generar una mayor conciencia pública y recordar la dignidad inherente, la valía y las contribuciones de las personas con síndrome de Down.

Sin embargo, aún en el país queda un sabor amargo, señala Lisette Aveiga, presidenta de la Fundación Down de Manabí y mamá de Samuel, de ocho años.

Según manifiesta, la pandemia quitó espacio y oportunidades de inclusión, pues antes de ello se hizo un congreso pionero en el país.

“La pandemia nos apagó, nos quitó esas alas de avanzar”, dice, y agrega que todas “las atenciones se volcaron a personas con cáncer, tercera edad y no al grupo (de personas con síndrome de Down)”.

Indica que en ese entonces hubo muchos chicos con enfermedades del corazón, tiroides y respiratorias, a quienes no se los atendió, “fuimos la última rueda del coche”, cuestiona.

“Las autoridades deben decir ‘vamos a atender a la discapacidad por su nombre y necesidad’. El síndrome de Down es diferente al autismo. Cada discapacidad debe ser atendida diferente. Las autoridades tienen una cuenta enorme con el síndrome de Down”, concluye.