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Julissa es una trailera que conquista las carreteras del país, ella ama lo que hace y se da tiempo para disfrutar de su familia y su trabajo.

El sueño más grande que tuvo Julissa Loor desde niña era conducir un tráiler y captar las miradas de todos. Ahora lo ha logrado.

A Julissa desde pequeña le atraían los carros grandes, al punto que a los doce años tomó el volante de un camión y aprendió a conducir. Sus primeros pasos los dio guiada por su padre. Ella ahora tiene 30 años de edad.

A los 18 años  empezó a cumplir su sueño como chofer profesional, conduciendo la volqueta de su papá.

En ese vehículo trabajó luego del terremoto del 2016, transportando los escombros que eran retirados de los edificios que fueron demolidos en Portoviejo.

Cuenta que su pasión la heredó de su progenitor, quien trabajó como chofer de camión y ella era su copiloto de viaje. “Desde ahí nace esa pasión por los carros grandes”, expresa con emoción, mientras maniobra al volante de un tráiler.

Julissa es trailera que viaja entre Guayas y Manabí

Hace dos meses Julissa empezó a trabajar para la empresa Genética Nacional y conduce uno de los tráileres transportando productos desde Manabí hacia Guayaquil.

Confiesa que conducir este tipo de carros ha sido increíble, pues cumplió el sueño que tenía desde su infancia y no le ha costado adaptarse a las doce velocidades del vehículo.

“Vale la pena las malas noches que uno pasa”, expresa, y afirma que hay días en que su jornada como trailera empieza a las 04h00 y culmina a las 23h00.

“Cuando veía (los tráileres), decía que algún día iba a conducir uno de estos carros”, expresa Julissa, quien ha aprendido mecánica básica y no teme cambiar un neumático, porque ya lo ha hecho en la volqueta de su padre.

Ser chofer profesional no es la única ocupación de Julissa. Mientras trabajaba en la volqueta de su padre estudió para ser odontóloga.

Cuando estudiaba me iba en la volqueta y la dejaba estacionada afuera de la Universidad San Gregorio”, cuenta. Ahora es profesional, tiene su consultorio en el paso lateral de Portoviejo y atiende a sus pacientes los fines de semana, pero también le dedica tiempo a su familia.

Es madre de dos niños de 3 y 12 años. Su esposo es médico, y él la apoya en su rol de madre, odontóloga y trailera. “Las mujeres somos capaces de todo. No tenemos barreras”, recalca Julissa.