La ciudad de Salcedo, en el corazón de los Andes de Ecuador, acoge este sábado la carrera de burros más grande del mundo, con más de 50 jumentos que trotaron por las calles adoquinadas de la pequeña urbe, aunque no faltó el que se quedó parado a medio camino y sin la más mínima intención de seguir.
Esta fue la sexta edición de la competencia que tuvo que ser suspendida los dos últimos años por la pandemia, pero que volvió con el mejor ímpetu en homenaje a los asnos, que en el país están en peligro de extinción.
Así lo reveló en entrevista con Efe Fernando Villacís, un veterinario de la localidad empeñado en rescatar a los burros del olvido y la burla.
En 2014 se celebró la primera carrera y el objetivo de entonces, que no ha cambiado, es hacer visible al noble animal que en el pasado tuvo una gran presencia en las montañas y valles andinos, pero que ahora su población ha mermado en una proporción preocupante, según Villacís, quien asegura que “están en peligro de extinción”, tanto en el país como en la región.
Por eso, la competencia tiene reglas estrictas sobre el cuidado del animal, pues se prohíbe que los burros lleguen a Salcedo con síntomas de malos tratos o que en la competencia sean objeto de golpes u otros agravios.
“No se permiten las espuelas”, como ocurre en las competencias de caballos, ni tampoco que los jinetes usen palos u objetos que puedan lastimar a los estoicos equinos que, según el organizador, han sufrido de crueldad y menosprecio.
La competencia tiene lugar por las calles del barrio “San Antonio Número 1” de Salcedo, sobre una distancia de entre 600 y 800 metros, en la que las veredas hacen de gradas para los curiosos que se agolpan a los costados para ver el paso de los cuadrúpedos.
El día del festejo empieza muy por la mañana, con la llegada de las delegaciones en sus diferentes categorías, pues hay una competencia solo para mujeres, otra llamada “senior” para expertos y una “juvenil” para los nuevos talentos.
Antes de nada, los burros son sometidos a un tratamiento de belleza y moda, pues los dueños los suelen vestir de variadas formas, algunas muy sarcásticas, pues les colocan adornos para que parezcan profesionales. “Los visten de arquitectos o de ingenieros”, también se han visto abogados y médicos, comentó Villacís.
Los organizadores entregan un premio al mejor vestido, pero también al traje más llamativo, el que mejor utilice los elementos de decoración o, por ejemplo, “el que mejor haya reciclado los materiales” para los adornos del asno o del jinete, explicó.
También hay prohibiciones, pues además de impedir que se presenten burros con muestras de maltrato, no se tolera a jinetes ebrios o aficionados que pongan en peligro la integridad de los competidores, añadió Villacís que no se cansa de explicar que esta es una jornada en honor a los burros.
Incluso asegura que “es más seguro competir en una carrera montado en un burro que en caballo”, pues su galope es menos fuerte y más armónico, y quizá el momento de mayor tensión es cuando el animal decide no ir más allá.
“Nos ha pasado todos los años, siempre hay burros que se quedan” y cada vez es más difícil “encontrar un burro que corra” o a un jinete que haya podido domesticar a un jumento para que le obedezca al momento de emprender el galope.
A veces “se quedan parados y no se mueven” y ahí se ve el temple del jinete para intentar hacerle cambiar de opinión sin el uso de la fuerza, agregó Villacís tras referir que, además de los premios para los humanos que ganan la competencia, también hay trofeos que van directamente a los burros.
La comunidad de veterinarios de la zona de Salcedo entrega unos “kit de medicamentos” para los animales y, antes de la competencia “se escoge la mejor yerba” para alimentar a los competidores, contó el organizador.
La competencia, que busca que “la especie sobreviva” y que “no se extinga”, suele congregar a entre 5.000 y 10.000 visitantes cada año, muchos llegados de otras provincias del país y también del exterior, que llegan a Salcedo para ver a los asnos en su máximo esplendor, comentó Villacís. EFE