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Las intervenciones quirúrgicas son una forma de afirmación de género para la comunidad trans. Y diez años después de que Argentina sancionara una ley de identidad de género que contempla la inclusión de los tratamientos en el sistema de salud, el acceso sigue siendo muchas veces frustrante para un colectivo que aún sufre marginalidad y estigma.

Los mayores de 18 años pueden acceder a intervenciones quirúrgicas y tratamientos hormonales para adecuar su cuerpo a su identidad de género sin necesidad de autorización judicial o administrativa y los sistemas estatales de salud, las mutuas médicas privadas y el sistema de obras sociales deben garantizar esas prestaciones, que están incluidas en el llamado Programa Médico Obligatorio (PMO).

Esa ley ha permitido a las personas trans recibir tratamientos sin sufrir discriminación y el aumento de las consultas ha sido “exponencial”, según admiten los cirujanos, pero la cantidad de cirugías no aumentó en el mismo porcentaje.

“La ley dice que se tiene que garantizar la atención de la intervención quirúrgica total o parcial, pero no especifica cuáles son”, explicó a Efe Inés Aristegui, coordinadora de Investigación Social y Participación Comunitaria de la Fundación Huésped.

“La dificultad es tener que pelear cuáles son las cirugías e intervenciones que están contempladas en el PMO por la ley de entidad de género y eso es una frustración muy grande”, señaló.

Según la investigadora, es más claro que las cirugías de la parte genital están incluidas en la ley y a veces la mastectomía para masculinidades trans, pero el resto de las operaciones, en especial para las feminidades trans, quedan afuera por ser consideradas “cosméticas”.

En caso de que la cobertura esté clara, “hay un camino incómodo, de justificarlo, de explicarlo, del trato recibido”, agregó Aristegui.

COBERTURA Y MARGINALIDAD. A pesar de ser una ley “de avanzada”, “la deuda no está saldada aún”, reconoció el cirujano Edgardo Bisquert, miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora, porque “se necesita aumentar el número de equipos médicos y lugares donde se realizan estos tratamientos, así como también disponer de los recursos económicos y de infraestructura”.

En las obras sociales y mutuas privadas, “las autorizaciones para dar cobertura a estos tratamientos se consiguen luego de mucho tiempo y esfuerzo” y “los obstáculos son múltiples”, explicó Bisquert, entre los que destacó “la valoración” del “trabajo de los profesionales”.

Pero pocas personas trans acceden a obras sociales o mutuas privadas porque la mayoría aún tienen trabajos marginales y se atienden en el sector público, donde enfrentan largas listas de espera, coincidieron las fuentes.

POCAS INTERVENCIONES GENITALES. La terapia hormonal es la más frecuente, según la Fundación Huésped, ya que resulta ser la menos invasiva, puede suspenderse y hay más oferta de servicios dónde acceder.

En cambio, la cirugía genital no es lo más común para este colectivo: la Fundación Huésped reveló que, después de diez años de aprobada la ley, entre 1 % o 2 % de las feminidades trans ha realizado este tipo de intervenciones y entre 18 % y 20 % estaría interesado en hacerla. Y en el caso de las masculinidades trans, entre 4 % y 11 % estaría interesado dependiendo del tipo de operación genital.

“No es la primera opción de afirmación de género”, “no es lo más buscado”, confirmó Aristegui, porque se trata de operaciones invasivas, muy grandes, que luego no garantizan la satisfacción sexual y quitan la fertilidad. Además, muchos trans hacen trabajo sexual o conocen malas experiencias.

Para las personas trans que sí desean pasar por cirugías en el área genital, el camino es “larguísimo”, contó Aristegui, porque pocos profesionales realizan estas intervenciones en Argentina y muchos trans terminan en el sistema público de salud, donde comparten quirófano con operaciones que resultan ser prioritarias (como un cáncer).

ESTÉTICAS. Las feminidades trans “invierten mucho en feminización”, lo que es diferente de los varones trans, quienes “con hormonas obtienen logros significativos y con una mastectomía tienen todo cubierto”, explicó Aristegui.

Carlos Lallana, quien atiende desde hace más de 20 años a personas trans, observa hoy en día “muchísima más demanda” que se explica en que existen alternativas no quirúrgicas y menos costosas.

“La gran mayoría va a un tratamiento que no sea invasivo y muy poco a la parte quirúrgica”, que es más costosa y requiere un posoperatorio, por lo que optan por infiltrarse para hacerse pómulos, redondear una frente, hacer labios o proyectar un mentón, explicó Lallana.

La intervención más común es la feminización del rostro, pero también demandan aumento mamario, rinoplastias o lipoaspiración de cintura, depilación láser. Los hombres trans, por su parte, piden masculinizar el rostro, con pómulos más duros y mandíbulas más cuadradas.

Según dijo Lallana, en los años 90 los trans buscaban un cuerpo voluptuoso y hoy la tendencia es hacerse algo “más natural”.

Todavía muchos transexuales sufren las consecuencias de haberse inyectado silicona líquida o aceite industrial.