Compártelo con tus amigos:

Una familia de 29 integrantes es ‘devorada’ por las necesidades en el recinto San Miguel de los Colorados, en la vía a Puerto Limón de Santo Domingo.

El camino que conduce al lugar donde vive la familia es angosto, de tierra y piedras. Desde la calle por donde pasa el transporte público, hay que caminar 500 metros. La casa realmente es una covacha.

Al llegar, los ladridos de ‘Coronel’, el más grande de los tres perros que tienen, reciben a cualquiera; con voz fuerte Marcelo Alvarado sale a calmarlo y éste obediente calla.
El hombre, de 38 años, es quien lleva las ‘riendas’ del hogar, una familia conocida por vender bollos y por otras particularidades.

“Aquí vivimos” , dice, mostrando una humilde vivienda hecha de caña, el piso es de tierra, las paredes además de la madera han sido cubiertas con lata, saquillo y hasta trapos. El techo que los protege del sol y la lluvia es de zinc viejo y plástico.

Por dentro hay solo cuartos, la sala y cocina debieron convertirse en habitaciones para acoger a los parientes de Marcelo, que no tenían un techo para vivir. El incipiente y rústico baño está afuera, la cocina también, bajo un ramal cubierto de paja.

Y ni hablar de servicios básicos, con energía eléctrica recién cuentan hace una semana, gracias a un señor que les ayudó con un medidor, durante nueve meses debieron vivir en oscuras; para obtener agua se abastecen de un pozo, porque no hay para comprar bidones, peor pagar por un tanquero.

En estas condiciones, en la misma casa viven 29 personas. Allí conviven hermanos, hijos, cuñados, sobrinos, primos, nueras, “todos los tenemos acogidos aquí, hicimos una clínica de rehabilitación de los de la calle”, expresa entre risas Marcelo.

Antes, Marcelo, su esposa y sus hijos vivían pagando arriendo, en el Plan de Vivienda Municipal, en Santo Domingo. Ahora, si bien tienen algo propio, más abundan las necesidades. La pareja pudo adquirir ese solar con un crédito a un banco y desde hace diez meses dejaron la ciudad y se mudaron, como pudieron se acomodaron. Luego, hace tres meses, recibieron a sus parientes.

La vida de estas 29 personas es dura. Doce son niños, desde un bebé hasta menores de 13 años, y no todos estudian, no han tenido la oportunidad, hay unos que no han podido ni obtener su cédula.

Los demás habitantes de la casa, los adultos, están casi todos desempleados, se dan la manera de buscar el sustento para que sus pequeños no sufran de hambre. A pesar de las adversidades, no se rinden, hace unos diez días emprendieron en la venta de bollos, una actividad en la que, dicen, les va “más o menos”.

Es el único sustento por ahora, además de solventar sus gastos deben reunir 185 dólares mensuales para pagar las letras del préstamo.
“Solo vendemos bollos, como no hay trabajo, con eso queremos salir adelante para traer la comida”, expresa Marcelo.

Es su esposa, Mayra Chávez, la experta en la cocina, pero todos arriman el hombro. Ella además cobra el bono de 50 dólares, de los cuales $40 se van en la colación y movilización de dos de sus hijos.

Los bollos de chancho y de pescado los venden en cooperativas que recorren, no tienen mucha acogida, pues apenas llevan días desde que empezaron con este oficio.

“Estábamos todos paralizados aquí, porque no teníamos trabajo, a veces se conseguía, se trabajaba dos días y luego se acababa, a veces no pagaban”, cuenta Marcelo.

Pero lo de los bollos no es fácil. El trabajo empieza a las cuatro de la tarde, cuando pelan el plátano y lo rallan para preparar la masa, a las diez u once de la noche recién se van a acostar;  a la una de la madrugada se levantan a prepararlos y a las cinco ya están listos para la venta, que termina a las diez de la mañana.

A un costado de la casa hay bloques que un amigo de Marcelo le regaló diciéndole que es para que haga su casita, espera que no se pudran mientras pasan los días bajo sol o lluvia, porque no tiene plata para el cemento, varillas y demás materiales que le sirvan para la construcción.
El hombre cuenta que no han tenido ayuda de autoridades y que él solo pide un empleo para poder subsistir y salir adelante.

PARA AYUDAR
Quienes deseen aportar con alguna contribución a esta familia pueden comunicarse al número telefónico 09-8071-6381, de Marcelo Alvarado.