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Ecuador busca una salida “verde” a parte de su deuda nacional mediante un canje por compromisos de conservación, que el Gobierno espera impulsar con una nueva reserva natural en un crucial corredor de las Galápagos.

El plan, anunciado por el presidente Guillermo Lasso en la cumbre de la COP-26 de Glasgow, para ampliar la reserva marina de Galápagos de 133.000 kilómetros cuadrados a 193.000, carece por el momento de estructura o modelo de monetización, pero el país andino aspira a alcanzar los 1.100 millones de dólares.

“Este sería el canje de deuda destinado a conservación más grande de la humanidad”, dijo a Efe el ministro de Ambiente, Gustavo Manrique, para quien el proyecto saldrá adelante en unos “seis u ocho” meses.

En el archipiélago ecuatoriano la idea ha sido acogida con satisfacción por el gigantesco daño causado por la pandemia, que paralizó su principal fuente ingresos: el turismo.

¿CANJE DE DEUDA o DEG?

La financiación que busca Ecuador para paliar su abultada deuda, unos 63.000 millones, aún no está definida, pero son varias las alternativas.

Una de ellas, su canje en mercados internacionales con fondos verdes y todo tipo de organizaciones medioambientales, de tal forma que se genere un ahorro en intereses, o en la deuda misma, a cambio de conservación.

Manrique mencionó a “tenedores de bonos”, pero se trata de una posibilidad con demasiadas variables y no siempre materializable en “bonos comerciales”, porque el país podría incurrir en un “incumplimiento” de pago. Si es más factible, otra opción es con “deuda multilateral” o “bilateral”, explicó a Efe un experto de una de las grandes agencias de crédito.

Ecuador también baraja la solicitud a países desarrollados de la cesión de sus derechos especiales de giros (DEG), un activo financiero convertible en efectivo.

“Lo que el presidente dice a los países ricos que son parte del FMI y no están usando los DEG es que (nos los cedan para) destinarlos a la reactivación económica y conservación”, destacó el ministro.

Pero las posibilidades son numerosas.

Según Tarsicio Granizo, director país de WWF y exministro ecuatoriano de Ambiente, en los ochenta su país puso en práctica este método y “funcionó bastante bien porque permitió consolidar el sistema nacional de áreas protegidas terrestres”.

“Durante muchos años esos fondos apoyaron el manejo de áreas protegidas, así que hay experiencia en Ecuador y en el mundo. No es un mecanismo nuevo”, explicó a Efe.

Pero se trata de un mecanismo, que “tiene sentido cuando el país es un acreedor muy grande”, está “quebrado” o “imposibilitado de pagar una deuda gigante: Si eres un gobierno que paga sus deudas no te conviene demasiado”, consideró.

Hasta abril, la deuda externa ecuatoriana ascendía a unos 45.000 millones y la interna a unos 18.000, es decir, más del 62% de su PIB, con compromisos de amortización hasta 2025 de unos 30.000 millones de dólares más intereses.

Menos suerte tuvo Ecuador hace una década cuando, en plena crisis financiera internacional, propuso dejar enterrado el petróleo del parque amazónico Yasuní, una de las zonas más megadiversas del planeta, a cambio de unos 3.600 millones de dólares, iniciativa que no fructificó.

EL “BONO VERDE”

Ahora, con un aparente nuevo espíritu internacional después de Glasgow, Ecuador espera que el establecimiento de mecanismos de financiación a cambio de conservación ambiental sea posible, y con ello activar nuevos motores de desarrollo y frenar su deuda.

Al entrar en funciones en mayo, el Ejecutivo o de Lasso anunció una así llamada “transición ecológica” en sus planes de desarrollo que dejaron perplejo a más de uno, por incluir una duplicación en la explotación petrolera y el relanzamiento de la minería.

En una reciente entrevista con Efe, el mandatario precisó que ambas estrategias pueden ir de la mano con “responsabilidad”, porque también hay que tener en cuenta a esos “siete de cada diez ecuatorianos” que no tienen un empleo adecuado.

Desde esa encrucijada, el mandatario anunció la ampliación de la reserva marina en torno al archipiélago ecuatoriano, como medida de buena voluntad para convencer al mundo de sus intenciones.

Y según Manrique, el Gobierno está dispuesto a nuevas medidas ambientales a cambio de que se puedan “monetizar”.

“Hoy, Ecuador tiene un marco de cultura y política pública importantísimo, una cultura de conservación, y nosotros tenemos la nueva moneda de cambio que el plantea necesita para sobrevivir”, señaló. Ecuación que resume en que “EE.UU. es rico en dólares y nosotros en biodiversidad”.

Otra idea es la de prestar servicios “ecosistémicos” al planeta, como la venta de “bonos” climáticos a países desarrollados que no puedan alcanzar sus objetivos contra la contaminación.

Para Galápagos, donde el turismo sufre una caída cuantitativa y cualitativa, estas iniciativas pasan por nuevos presupuestos para conservar su extraordinario entorno natural y no convertirse en una “Cancún”.

“Somos un parque nacional y todo está enfocado a la conservación, con animales y especies que no vas a encontrar en ninguna otra parte del mundo. Si no lo protegemos se perderá esa parte especial de las islas Galápagos”, manifestó Ana Moya, directora de un resort hotelero que tiene en la conservación uno de sus principales atractivos.

Del turismo naturalista depende el 90% de la población de las islas.

La nueva reserva, al noroeste del archipiélago, protegerá la llamada “migravía”, una cordillera submarina hasta la isla costarricense de Coco por la que circula buena parte de las especies marinas que hacen de Galápagos un lugar sin parangón. EFE