La obsesión, la ansiedad y la depresión son los males que aquejan a la generación milenial, que el dramaturgo argentino Santiago Loza ha retratado a través de los cuatro personajes de “El mal de la montaña”.
“El mal de la montaña” es el relato cruzado de cuatro jóvenes, que se buscan anhelando consuelo a sus rupturas amorosas y obsesiones, en un momento en el que las relaciones se sustentan a través de las redes sociales.
Un espectáculo que dirigen y protagonizan Francesco Carril y Fernando Delgado-Hierro, de cuyo elenco forman parte Ángela Boix y Luis Sorolla y que se estrena el 10 de febrero en el Teatro Español, donde permanecerá hasta el 3 de abril.
“Hemos construido una dramaturgia que acompaña las palabras de Loza y con su generosidad, nos hemos sentido autores de ese universo”, apunta Fernando Delgado-Hierro, quien asegura que el texto refleja los males de una generación.
Algo en lo que coincide Carril. “Mis abuelos no saben lo que es la ansiedad. Es un tema muy generacional”, que para Ángela Boix nace de “una verdad descarnada y es la desconexión de los personajes consigo mismos y con lo social”.
Pero el “viaje de los personajes es una búsqueda del otro y una reconciliación”, ese es el punto de vista positivo y el humor con que el autor lo trata.
Luis Sorolla reflexiona sobre la tendencia al “egocentrismo que generan estados como la ansiedad, la obsesión y la depresión”, circunstancia en las que “lo lejano desaparece”.
No en vano el título de la obra hace referencia a esa falta de oxígeno según se asciende una montaña y que provoca también los estados de ansiedad.
“Me sentí muy cerca de las palabras de los personajes, en el texto hay lucidez y precisión, hasta el punto de que su manera de expresarse modifica el cuerpo”, señala Francesco Carril.
La obra, escrita hace siete años, ha unido a dos actores y directores que han sabido “darse espacio”, apunta Boix.
“No se trataba de competir. Trabajamos desde la admiración y dando espacio al otro”, cuenta Delgado-Hierro, mientras Carril reconoce que ha tenido una sensación “extraña. Me siento como un intruso y ahora el reto es olvidarse de la dirección y entrar en la actuación”. (EFE reportaje especial)