La historia de un mantense detenido en España dentro de un submarino cuando navegaba con un cargamento de cocaína será llevada a la televisión.
Pedro Delgado Manzaba fue capturado hace más de dos años junto con un primo, que también es ecuatoriano, y un español.
La captura de ellos fue noticia mundial, porque era la primera vez que un submarino con droga cruzaba el océano Atlántico desde América a Europa y era descubierto.
Los tres navegantes fueron condenados a once años de prisión. Ahora, un periodista español reconstruyó el tenebroso viaje en un libro que ha sido llevado por Amazon Prime a la televisión y que se estrenará este mes.
El manabita Pedro Delgado Manzaba nació en Manta, tiene 46 años de edad, habitaba en el centro de la ciudad y contaba con un título de operador de maquinarias de buques pesqueros.
La última vez que zarpó desde el Puerto de Manta a trabajar en un buque pesquero fue el 23 de marzo del 2019.
En los registros de zarpe aparece que salió de faenas como mecánico naval en un barco de 120 toneladas. Este oficio lo cumplía desde el 2014, y había hecho 24 viajes en altamar en diez buques pesqueros matriculados en Manta.
El otro pescador ecuatoriano es Luis Benítez Manzaba, quien nació en Esmeraldas y vivía en el barrio El Arenal, se informó. Él es pescador artesanal y había salido a faenas más de 30 veces en siete buques pesqueros desde la provincia de Esmeraldas. El español preso es Agustín Álvarez, quien era marino y expromesa del boxeo.
> Un libro. El periodista español Javier Romero, especializado en el crimen organizado, publicó el libro “Operación Marea Negra”, una investigación que en 313 páginas narra la aventura en el narcosubmarino.
La nave partió del Amazonas llevando tres toneladas de cocaína, avaluadas en 140 millones de dólares.
El interés de Romero por escribir el libro surgió cuando una fuente de la Guardia Civil de España le pasó el dato de que por primera vez un narcosubmarino había encallado en una cueva marina en las costas de Galicia, siendo el primero en llegar a las costas europeas.
Entonces ni la Policía ni Romero conocían mucho sobre el viaje. El submarino debía entregar la cocaína en altamar, pero había encallado porque se quedó sin gasolina y las lanchas que debían recibir el alijo en alta mar no acudieron a rescatarlos.
El viaje que duró 27 días, el doble de lo programado, hizo que Álvarez se comunique por señal satelital dos veces.
La primera con sus contactos narcos para decir que por mal tiempo la operación estaba demorada, y la segunda con tres compañeros de su infancia para que acudan a socorrerlo.
Esas llamadas fueron detectadas por la Marina portuguesa y originaron una operación conjunta de agencias antinarcóticos de Gran Bretaña, España, Portugal y Estados Unidos, que detuvo a los tripulantes y sacó al submarino encallado en las costa de Galicia.
El viaje inició en la ciudad selvática de Macapá, en el Amazonas brasileño. El submarino había sido construido en aquella ciudad y fue bautizado como “Che”, en homenaje al guerrillero argentino.
Los tripulantes hacían sus necesidades en una funda plástica que compartían los tres detrás de las toneladas de cocaína y de 5.000 galones de combustible. Comían sardinas, atún, arroz y galletas.
Según el libro de Romero, los carteles han descentralizado sus operaciones y tienen astilleros para construir los submarinos en puntos recónditos de la selva sudamericana.
“Son organizaciones con alianzas surgidas para per asumen la construcción del artefacto, otros producen la cocaína y la transportan, y otros la requieren desde algún punto del mundo donde es factible transportarla. Nada queda ya de los grandes carteles que asumían el proceso”, expresó Romero. El precursor de los submarinos fue el narcotraficante Pablo Escobar.
> Dinero. Los dos ecuatorianos eran los encargados de la parte mecánica y de ayudar a su jefe Agustín Álvarez en la nave. Se relevaban por turnos en el timón para garantizar su descanso.
Los primos habrían recibido cinco mil dólares antes del viaje y esperaban 50 mil una vez entregada la carga. Ambos salieron del país rumbo a Sao Paulo, con boletos donde constaban su segundo apellido. Ellos pasaron encerrados en la selva donde se construía el “Che”, durmiendo en el suelo y vigilados por pistoleros que cuidaban el astillero. En el sumergible, el capitán los trató inicialmente con desprecio porque pensaba que podían ser infiltrados.
El submarino inició la travesía del Amazonas hacia el Atlántico el 29 de octubre. El capitán enfiló la nave hacia las aguas frías del mar, evitando ir por los corredores que transitan los buques de alto calado que podrían destrozarlos si se llegaran a tocar, señala una publicación de la revista Vistazo.
El libro dice que una tormenta de varios días los desvió, hizo goteras en el techo y dañó el cárter del aceite que comenzó a filtrarse al pequeño espacio que compartían.
El resto del viaje irían como sardinas en agua salada y aceitosa.
La hélice de la nave resultó insuficiente para poder fijar el viaje. Cuando paró la tormenta estaban en medio del corredor de los barcos mercantes. En un momento casi son atravesados por un gigantesco buque. Ninguno puede explicar cómo se salvaron, si ellos giraron o fue el barco, agrega la publicación de Vistazo.
De ese periplo oscuro, lo único positivo es que el capitán y los dos ecuatorianos “hicieron las pases”, por la desesperación de salvar sus vidas.
La Policía de España informó que los tres procesados admitieron su delito, pero sin hablar de quienes los habían contratado. La investigación determinó que el propietario del cargamento era el Cartel del Golfo, liderado por Dairo Antonio Úsuga alias “Otoniel”, quien fue capturado y extraditado a Estados Unidos.