Las posiciones beligerantes, tanto en la Asamblea Nacional como en el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), deben hallar pronto un punto final por el bien del país.
En ambas funciones del Estado, las posturas políticas se mueven según los intereses y el cálculo electoral. Un día, sus integrantes votan en consenso y luego se fraccionan. A veces, como ahora, la revancha y la sed de poder los llevan a establecer alianzas que bloquean las posibilidades de avanzar y se enfrascan en disputas que no le hacen bien ni al país ni a la democracia.
Los asambleístas se han alejado del rol para el que fueron escogidos por los ciudadanos. Lejos de generar propuestas de leyes y votar por los proyectos existentes, se pelean por el poder, a tal punto que han convertido al Legislativo en una especie de cuadrilátero político. No hay legislación, peor fiscalización, salvo pocas excepciones opacadas por el escándalo.
“Las posturas políticas se mueven según los intereses y el cálculo electoral”.
En el CPCCS ocurre algo parecido. Por ahora es una institución tan dividida que hay dos fracciones y en cada una hay un presidente.
Aunque se sostiene la idea de que esta entidad debe desaparecer, mientras exista tiene que trabajar en sus procesos de designación de autoridades de control y de motivación de la participación ciudadana.
Tanta beligerancia debe tener un alto, por el bien del país.
Editorial de El Diario publicado este jueves 3 de marzo del 2022 en nuestra edición impresa.