El conflicto entre Rusia y Ucrania trasciende las fronteras de ambos países, a tal punto que las fuerzas políticas se polarizan y las repercusiones se sentirán en la mayor parte del mundo.
El ataque dispuesto por el presidente ruso, Vladímir Putin, contra objetivos ucranianos mantiene en alerta a todo el mundo, sobre todo a aliados como la OTAN, la Unión Europea y Estados Unidos, y tanto las medidas internas en los dos territorios, como la respuesta de otros países, en especial los del bloque occidental, implican una afectación objetiva directa en las relaciones con todos los demás Estados del orbe, lo cual acarrea consigo significaciones en lo político y lo comercial, sobre todo.
El mantenimiento de la tensión y, peor aún, su recrudecimiento, incrementan el riesgo de severas restricciones en el comercio y el flujo de capital, y arrastraría al mundo a una crisis que profundizará los aún persistentes efectos de la pandemia.
“Se incrementa el riesgo de severas restricciones en el comercio y el flujo de capital”.
A eso tiene que sumarse la pérdida de vidas humanas y la destrucción de la infraestructura, que demandará años enteros en recuperarse.
La globalización que experimenta el mundo supone una interrelación mundial permanente. El conocido adagio de que cuando Estados Unidos estornuda el mundo se resfría, puede aplicarse a cualquier país.
Los líderes mundiales y los gobiernos, entonces, deberían unirse para empujar una solución pronta, lo más pacífica posible, para evitar nuevas tragedias personales. Es de esperar que se abran espacios de diálogos y se determina una moratoria al conflicto.
Editorial de El Diario publicado este miércoles 2 de marzo del 2022 en nuestra edición impresa.