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En cada invierno hay inundaciones, sequía en verano; dos estaciones caracterizadas por una huella ecológica – ambiental visible, entre causas y efectos repetitivos.
Allí la contaminación del suelo y del agua; riesgos, desastres de origen antrópico, pérdidas económicas incalculables por la improvisación, el desatino, abandono y olvido recurrente. No basta con argumentar que todo aquello que sucede en la cuenca hidrográfica media y alta, impacta en la cuenca baja, zonas de tránsito (humedales, estuarios), descarga marino costera, bahías y ensenadas. No basta con reconocer que los ríos de Ecuador han sido y son promotores del desarrollo, surtidores de agua dulce para comunidades urbanas y rurales; propósitos, actividades económicas y sociales diversas, generadores de energía eléctrica, inclusive.
Si la Constitución irradiara el derecho de no ser manipulada por un sistema político y de justicia que coarta el reclamo, rectificación, reparación y aplicabilidad tácita, los derechos de la naturaleza estarían plenamente garantizados. Entonces, la gobernabilidad que tanto necesita Ecuador preciaría los derechos del buen vivir -agua y alimentación-, y el interés público por preservar el ambiente, conservar ecosistemas, prevenir el daño ambiental y recuperar espacios naturales degradados, que por natura incluye las cuencas hidrográficas de Manabí y de Ecuador, pero sucede lo contrario.
La permanente inobservancia dificulta perfilar procesos protegidos por una legislación transparente, eficaz e incorruptible, que garantice el acceso seguro de agua dulce y toda actividad generadora de trabajo, bienestar y desarrollo sostenible.
Antes del 2050, en un escenario global impredecible hay que convocar a la creatividad, al presupuesto mancomunado de las ideas y voluntades, en función del mayor desafío ciudadano e institucional en territorio, que implicaría delinear planes de recuperación y manejo de las tres cuencas hidrográficas principales, que incluyen microcuencas, presas, represas, ensenadas y bahías: cuenca del río Portoviejo, cuenca del río Chone y cuenca del río Coaque.
En este proceso multidisciplinario están llamados a participar la sociedad civil, organizaciones, universidades, GAD, ministerios y sistema de alerta temprana. El complejo sistema integrado de precisión científico-técnico que sustente los planes que se logren construir, concordará en corregir las causas y no únicamente los efectos que degradan los ecosistemas.
Necesario reaprender, transferir y replicar procesos bioculturales, como la siembra del agua, recomponer el hábitat a través del bioconocimiento, la agrobiodiversidad, el bioturismo y la bioeconomía local, para una sociedad y vida saludable en equilibrio.

VÍCTOR FLORES DE VALGAS LOOR
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