La antigua sede de Unasur en Quito, esquiva albergar el Patrimonio cultural ecuatoriano, como había propuesto el anterior Gobierno y permanecerá, de momento, en su localización actual pese a que informes técnicos alertan de que el edificio no estaría preparado para un fuerte evento sísmico.
La decisión del nuevo Ejecutivo de Guillermo Lasso de suspender el traslado del acervo patrimonial a la que fuera sede de la organización suramericana, deja al descubierto el limitado presupuesto y edificaciones aptas para conservar los bienes culturales del país, pero a la vez lo problemático que está siendo encontrar una función específica para la exsede de Unasur.
“El 75 % de los espacios que estaban pensados en su momento para la reserva están en los dos subsuelos del edificio. Es antitécnico por temas de filtración de humedad que ya se presentan actualmente”, explicó este viernes el subsecretario de Memoria Social, Alfonso Espinosa.
¿UN PATRIMONIO EN PELIGRO?
Al problema de la humedad se añade la dificultad para controlar los microclimas necesarios que se requieren para la conservación de los bienes debido a los amplios espacios con techos altos y claraboyas, por las que se filtra el elemento lumínico que podría perjudicar las piezas, apunta el funcionario.
El inmueble fue pensado para acoger oficinas y su propia arquitectura se basa en un balance de cargas que no se ajusta a la demanda de bibliotecas e inmobiliario documental y de archivos, que requieren espacios mucho más sólidos.
“No presenta las facilidades ni para traer las reservas, ni para instalar aquí el Museo Nacional”, aseguró el subsecretario antes de dar a conocer las ideas que se barajan para el edificio, como convertirlo en un museo de tradiciones artesanales.
La antigua Secretaría General de Unasur se inauguró en diciembre de 2014 en el complejo Ciudad Mitad del Mundo, situado a catorce kilómetros al norte de Quito, y está en desuso desde la crisis que llevó al colapso de la organización y la salida Ecuador en 2019.
El expresidente Lenín Moreno propuso que se convirtiera en universidad para promocionar la cultura y conocimientos ancestrales, iniciativa que no terminó de cuajar por divergencias con el liderazgo indígena del país.
Al concluir su función como sede de Unasur, el edificio pasó bajo custodia del Ministerio de Relaciones Exteriores, que lo entregó hace un año en comodato a Cultura y Patrimonio, Cartera que entonces valoró llevar allí las reservas arqueológicas, de arte colonial, republicano, moderno y contemporáneo, así como los fondos bibliográficos y documentales.
La razón fue una alerta de 2012 sobre el palacete Aranjuez, que alberga la Colección Nacional de bienes culturales y patrimoniales de Ecuador, a la que siguió en 2017 un informe técnico que sugería cambiar su función de almacén y museo, a exclusivamente oficinas.
“En el Edificio Aranjuez los bienes están por el momento conservados. Hay unos informes que nos indican que en caso de un evento sísmico grave, ese edificio podría tener afectaciones pero no tiene ni hundimientos, ni rajaduras, ni un problema estructural”, puntualizó Espinosa.
EL ELEFANTE BLANCO
Sus declaraciones contrastan con la posición mucho más alarmista expresada por el exministro de Cultura Juan Fernando Velasco, quien advertía a Efe en agosto pasado que el mismo edificio “tiene una probabilidad de colapso del 90 %”.
El nuevo Ejecutivo ecuatoriano que asumió funciones el 24 de mayo ha pedido la opinión de ingenieros y expertos en construcción para conocer las medidas de reforzamiento estructural que deberían llevarse a cabo y garantizar la estabilidad para las colecciones y el personal que trabaja en la edificación, situada en el céntrico barrio La Mariscal de Quito, rodeada de instituciones académicas.
El subsecretario de Memoria Social reconoce que el mantenimiento de la exsede de Unasur de más de 700.000 dólares al año para una cartera con un presupuesto menor a los 20 millones resulta “tremendamente oneroso”, por lo que se está evaluando la posibilidad de establecer una alianza público-privada para darle un buen fin al uso de la estructura.
En paralelo, Cultura y Patrimonio busca amortizar inversiones en obras recientes en la actual sede y que siga funcionando como espacio de reserva de bienes, biblioteca y archivo histórico, además de los cerca de 2,5 millones de dólares que supuso hace tres años la reinauguración del Museo Nacional y evitar tener que trasladar piezas patrimoniales adicionales a una nueva sede.
Con un fondo que supera el millón de documentos, artefactos y material histórico de diversa índole, el patrimonio cultural ecuatoriano continuará mientras tanto a la espera de un mejor destino.
Espinosa reconoce que “hay una deuda histórica del Estado respecto de la cultura, de no tener una sede con todas las condiciones técnicas y arquitectónicas para el Museo Nacional y sus reservas”. EFE