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La Masacre de los Próceres del 2 de agosto de 1810 marcó el proceso de independencia del país.

Este episodio sangriento, registrado en nuestra historia hace 214 años, dio lugar al comienzo de un proceso de luchas para liberar a Ecuador del yugo español.

La historiadora Graciela Santistevan señala que esta fecha histórica recuerda la masacre de los patriotas vinculados con el 10 de agosto de 1809.

Esta revuelta fue un testimonio del afán independentista que tenía la población de ya no seguir bajo el control de la Real Audiencia de Quito.

“La creciente agitación política y social en Ecuador a principios del siglo XIX reflejaba el descontento de la población criolla y mestiza con el dominio colonial español. Inspirados por los ideales de la Revolución francesa y la Independencia de Estados Unidos, los próceres de la Independencia de Ecuador lideraron diversos movimientos que buscaban romper vínculos con la Corona española y establecer un gobierno autónomo”, precisa la historiadora.

Lo que ocurrió el 2 de agosto

El 25 de octubre de 1809, tras 12 días de encargo del poder, el conde de Selva Florida entregó de manera oficial la presidencia de la Audiencia de Quito al anciano Conde Ruiz de Castilla, quien la había administrado antes de la revuelta independentista.

Instalado nuevamente en el poder, y a pesar de haberse comprometido a no tomar represalias, Ruiz de Castilla traicionó su palabra y desató una persecución en contra de quienes habían participado en la revolución del 10 de agosto de 1809, capturando a un gran número de ellos y encerrándolos en los calabozos del Cuartel Real de Lima, en Quito.

Al mismo tiempo, hizo promulgar la advertencia de que se aplicaría la pena de muerte a todo aquel que, conociendo el paradero de algún insurgente, no lo denunciara.

A partir de entonces y durante casi un año, los soldados realistas del coronel Manuel Arredondo -que a petición de Ruiz de Castilla había llegado desde Lima para sofocar la revolución- intentaron imponer el orden, en algunos casos violentamente, a tal punto que también hubo saqueos.

Los quiteños, cansados de sus abusos, formaron nuevos comités para defensa de los vecinos y prepararon un plan para liberar a los prisioneros.

Liberación de los próceres

Llegó entonces el 2 de agosto de 1810. Ese día, poco antes de las dos de la tarde, las campanas de la catedral tocaron a rebato, y seis hombres armados con cuchillos vencieron la guardia del Cuartel Real y penetraron al interior. Sembraron el pánico entre los soldados dispersos en los corredores y el patio de la planta baja y se dirigieron denodadamente a cumplir su principal objetivo: liberar a los próceres.

En el primer momento, y tomados por sorpresa, los soldados españoles no ofrecieron resistencia. Pero después reaccionaron y disparando un cañón barrieron con casi todos los atacantes.

Seguidamente bajaron a los calabozos donde permanecían encerrados los revolucionarios y tomaron sus represalias contra ellos.

Es entonces cuando los soldados matan a los revolucionarios José de Ascázubi, Manuel Quiroga, Juan Pablo Arenas, el teniente coronel Juan Salinas, el teniente coronel Antonio Peña, el capitán José Vinueza, el joven teniente Juan Larrea, Juan de Dios Morales, entre otros, que hoy son considerados héroes en Ecuador.