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 Es innegable que la emergencia sanitaria ha desatado otra pandemia: la  del desempleo. 

Son miles los ecuatorianos que fueron despedidos de sus trabajos por diferentes causas. En algunos casos, las empresas donde laboraban debieron cerrar por la falta de liquidez y otras se reinventaron “achicándose”.  
No importa la experiencia laboral, los títulos académicos que se tengan, ni las “palancas” conseguir un trabajo se ha vuelto un milagro. 
A esto se suma que toda esta secuela social de coronavirus ha impulsado a la informalidad. Ante la falta de empleo, muchos se volcaron a las calles a ofertar de todo, con tal de poder conseguir unos cuantos dólares que les permita subsistir.  
Según el Ministerio de Relaciones Laborales y el INEC, solo el 17% de la población económicamente activa, es decir, aquella en edad de trabajar, tiene un empleo adecuado. Esto significa que el 83% está desempleada. Ante esta realidad es simple deducir que la falta de oferta laboral indirectamente ayuda al incremento delincuencial.