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 El aumento de suicidios, atribuido a las consecuencias de la pandemia de coronavirus, requiere una intervención inmediata para fortalecer los programas de salud mental.

La emergencia tomó desprevenido a un país que ya soportaba problemas económicos. En el caso de Manabí, se suma que parte de la población no se había recuperado de las pérdidas que causó el terremoto ocurrido cuatro años antes.
El confinamiento, entonces, agravó los problemas. Se paralizó el aparato productivo y las empresas tuvieron que aplicar medidas difíciles pero necesarias para conservar el mayor número de empleos posible y mantener sus actividades.
El desempleo, la caída de ventas, las deudas, el aislamiento, los problemas de salud y el miedo a enfermar podrían ser detonantes de un proceso depresivo que, si no es tratado a tiempo, puede encaminar al individuo a tomar medidas desesperadas.
Entes internacionales como la Organización Panamericana de la Salud han advertido de la necesidad de mejorar la atención en salud mental.
En Manabí se ha insistido mucho en ese tema, incluso por parte de médicos que consideran que esta provincia, por su población y por los problemas que ha enfrentado, debería tener un centro especializado en esta área.
Lo urgente, por ahora, es buscar soluciones para que la gente con problemas reciba una mano salvadora.