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Los gobiernos de América Latina deberían iniciar un proceso de desarme y eliminación (o, al menos, reducción) de sus fuerzas armadas, como una muestra de evolución.

En el continente están prácticamente definidas las fronteras entre los países y casi no hay conflictos pendientes de solución.

La tecnología permite, cada vez con más precisión, definir límites entre pueblos e, incluso, propiedades.
El mundo ya no debería admitir guerras por el dominio territorial, como la que se vive actualmente, sino que la competencia debería trasladarse a ámbitos como el comercial, el intelectual, el desarrollo tecnológico, entre otros.

Se entiende que siempre habrá problemas fronterizos, pero ese no es ahora el caso de América Latina.

“Esos fondos deberían invertirse en seguridad, donde sí existe un grave conflicto interno”.

No tiene sentido que países relativamente pobres, como Ecuador, inviertan millones de dólares en poderío militar cuando no hay un problema limítrofe pendiente ni existe el riesgo de una potencial guerra.

Esos fondos, más bien, deberían invertirse en seguridad interna, pues en esta área, en el caso ecuatoriano, sí hay un conflicto desigual entre el Estado y la violencia organizada.

El desarme no tiene por qué darse de un solo paso; más bien, debería responder a un proceso progresivo. Sería una forma de optimizar recursos en Estados empobrecidos y amenazados por la degradación social.

Editorial de El Diario publicado este lunes 14 de marzo del 2022 en nuestra edición impresa.