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Es innegable la importancia de que en una democracia exista justicia. Y la voluntad del pueblo también.

Es verdad que debe haber un estado de derecho, en el que se respeten las leyes y se las administre adecuadamente; pero lo más importante es que se respete la voluntad del pueblo.

En la voluntad popular radica la soberanía.

Si el pueblo de Portoviejo escogió a Javier Pincay como alcalde, debe entenderse que ese pronunciamiento de la mayoría de los votantes responde a un espíritu superior de la democracia y las normas que rigen la vida del país.

Si el alcalde en funciones incurrió en alguna infracción en la carrera electoral, es posible que deba ser sancionado.

Pero el castigo tiene que guardar proporción con la falta -en este caso, no presentarse a un debate obligatorio-.

Revertir la elección o destituir a una dignidad electa por una falta de esa naturaleza sería una medida de desproporcionado rigor.

Mucho más cuando la inasistencia se sustenta en el hecho de que el entonces candidato, producto de un atentado, se encontraba delicado de salud.

Es necesario, por tanto, que se observe la proporcionalidad entre la infracción y el castigo.

Una interpretación o una norma inferior no puede tirar abajo el ideal superior de la democracia y desoír la voz del pueblo.

Editorial de El Diario publicado el sábado 1 de julio del 2023 en nuestra edición impresa.