Cuando falta un año para las elecciones en Brasil, la posibilidad de un regreso al poder de Luiz Inácio Lula da Silva se consolida y pone en jaque a la ultraderecha que lidera el presidente Jair Bolsonaro, cuya imagen se desdibuja cada semana.
El creciente malestar con el Gobierno de Bolsonaro se expresa en las encuestas y también en las calles, en las que este 2 de octubre, justo un año antes de las elecciones, grupos de la oposición y sindicales se manifestaron en distintas ciudades contra su gestión y su política económica.
De acuerdo a los sondeos, Bolsonaro tiene un índice de rechazo del 65 % y una intención de voto para 2022 que no supera el 30 %. Las mismas encuestas dan como claro favorito a Lula, con casi un 50 %, y contemplan también a media docena de posibles candidatos de la llamada “tercera vía”, que intentan romper la polarización pero que en conjunto suman cerca de un 15 %.
EL CAPITÁN BOLSONARO EN SU LABERINTO. Las dificultades del capitán de la reserva del Ejército son múltiples y su Gobierno no parece tener soluciones para recuperar su imagen, arañada hasta por su talante autoritario y antidemocrático, expresado en los últimos meses en amenazas a las instituciones.
Entre ellas, una inflación que llegará este año a dos dígitos, una economía lastrada por una pandemia de coronavirus, que ya deja casi 600.000 muertes y cuya gravedad el Gobierno aún niega, un desempleo del 14 % y una gravísima situación fiscal.
También está en el horizonte la conclusión de una investigación parlamentaria sobre la pandemia, que puede llevar al gobernante ante la Justicia por negacionismo y sospechas en la compra de vacunas, y procesos por irregularidades diversas que salpican también a su familia. Más allá de eso, Bolsonaro precisa un partido, que las leyes electorales le exigen para aceptar su candidatura.
En 2018 usó como plataforma al Partido Social Liberal, pero lo abandonó al llegar al poder. Intentó entonces crear su propio partido, pero no logró el mínimo de apoyo necesario y ahora enfrenta el rechazo de muchas formaciones conservadoras que podrían recibirle.
LULA ARTICULA EN LA SOMBRA. Superados los problemas que le llevaron a pasar 580 días en la cárcel condenado en unos procesos por corrupción luego anulados por cuestiones de jurisdicción judicial, Lula está más libre que nunca y ya articula la que será su quinta candidatura presidencial.
De hecho, la próxima semana tiene previstas reuniones privadas con partidos de centro y derecha que están en la frágil base de apoyo a Bolsonaro pero que, entre 2003 y 2011, estuvieron también en la que fue su variopinta coalición de Gobierno.
Favorecido por el creciente “antibolsonarismo”, Lula se presenta con un discurso humanista, en su mejor versión “paz y amor”, toca los puntos frágiles del Gobierno y en especial el hambre que hoy pasan millones de brasileños y que llegó a erradicar en su gestión. Alentado por las encuestas, Lula “juega parado”, dijeron a Efe fuentes del Partido de los Trabajadores (PT), convencidas de que la propia crisis del país tiende a aumentar el desgaste de Bolsonaro.
UNA “TERCERA VÍA” ATOMIZADA. La búsqueda de una candidatura única que rompa la polarización entre Lula y Bolsonaro hasta ahora no cuaja y tiene el tiempo en contra. El esfuerzo “nini” choca por el momento con el apetito de media decena de posibles candidatos, que no parecen dispuestos a resignar nada.
Entre ellos figura mejor Ciro Gomes, de centroizquierda y quien ya aspiró a la Presidencia en 1998, 2002 y 2018. Temperamental y hasta agresivo, su carácter siempre le pasó factura y los sondeos le adjudican hoy un 6 % de respaldo.
Con un apoyo similar le sigue el exjuez Sergio Moro, que condenó a Lula en los juicios luego anulados y fue ministro de Bolsonaro, aunque se enemistó con el presidente y renunció tras denunciar que el Gobierno había abandonado la lucha contra la corrupción. Esos antecedentes, para algunos analistas, pudieran atraer al universo “nini”, aunque contra Moro conspiran su poco rodaje en la política y la falta de una estructura partidaria fuerte. EFE ed/ag/cpy