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Conseguir el sustento para su esposa e hija es la motivación que cada mañana impulsa a Bryan Bernal a salir a trabajar.

Se gana la vida en la calle, vendiendo manichos y melcochas en los buses de transporte interprovincial e intercantonal de Santo Domingo.
Cuando sube a las unidades, muchas personas guardan sus teléfonos y tratan de esconder sus pertenencias.

Él les pide tranquilidad, les dice que no se asusten, que no les va a robar, que la etapa de su vida donde lo rodeaban las drogas  ya pasó y que viene primero con Dios, luego con sus ganas de trabajar honradamente.

Cuando capta la atención de los pasajeros, comienza a hablar de su vida y de cómo ha cambiado desde que el Todopoderoso entró en su corazón.
Lee, incluso, la Biblia en los buses, y ofrece mensajes de motivación a quienes escuchan la palabra.

Al finalizar su prédica, saca su ‘artillería’. Tiene una bolsa llena de paquetes de melcochas, manichos y caramelos artesanales. Los vende a un dólar, y cuando recibe una moneda golpea el techo del bus, en señal de agradecimiento al conductor del vehículo y a Dios.
Cada día vende prácticamente todo.

> Siempre con Dios. Bryan Bernal llegó desde Colombia a Ecuador hace aproximadamente nueve años.
Buscaba mejores días, con más ingresos. Dejó atrás a sus padres, hermanos, para empezar de cero.

Se radicó en Quito por algún tiempo, hasta que una discusión con el propietario de un local lo llevó a prisión.
Estuvo en la cárcel de Latacunga por varios meses y después lo trasladaron al penal Bellavista, de Santo Domingo.

Tras las rejas vivió entre las drogas, sintió momentos de debilidad en los que se refugió en esas sustancias y vivió días difíciles.
En esos momentos fue cuando sintió en su corazón la presencia de Dios. Se acercó a los cultos, hacía las oraciones en las mañanas, difundía la Palabra entre los demás reos y se ganó el respeto de muchos.

> En prisión. En el pabellón C de mediana seguridad de la cárcel de Santo Domingo cumplió parte de su sentencia.
Hubo días donde se alejó del Señor, donde olvidó el ayuno espiritual y físico que durante meses hizo, y recayó en el vicio.
Lloraba por la lejanía con su familia, por sentirse solo, por verse durmiendo en una celda, lejos de todo lo que conocía. En esos difíciles momentos nuevamente aparecía Dios para acompañarlo y darle fuerzas, cuenta.

Uno de sus episodios cruciales fue cuando sufrió de apendicitis. Fue una noche espantosa, según describe. El dolor insoportable no lo dejaba dormir.
Cuando llegó al hospital, miró a su alrededor y veía a los pacientes con familiares, recibiendo visitas. A él lo acompañaba un guía penitenciario. No tenía ropa, porque se la quitaron para que no escapara.

Confiesa que Dios se le manifestó y le envió un hombre que, sin conocerlo, le regaló ropa, alimentos, y le permitió hacer unas llamadas telefónicas a su madre, en Colombia.
“Dios siempre me ha acompañado, con Él todo lo puedo”, asegura.

> Últimos días. Tras su regreso a las celdas, le tocó dormir sobre una tabla y ahí terminar de recuperarse.
Conoció a un recluso a quien ayudó, quien actualmente se convirtió en su cuñado.
En una conversación entre amigos le pidió que le presentara alguna amiga, y así coincidió con su actual esposa.
Tras la primera visita, la mujer quedó embarazada y hoy es la madre de su pequeña, de pocos meses de nacida.
Ella es para él un ángel que Dios le envió. Le cambió su vida y se la llenó de motivación, júbilo y felicidad.
Bryan Bernal salió en libertad hace nueve meses. Por ellas vive, les entrega lo que puede.
La falta de empleo no le ha impedido llevarles el pan cada día. Por eso cuando sube a los buses con su bolsa llena de dulces habla con orgullo de su vida, de lo que cambió con la presencia de Dios y de lo tanto que necesita el dinero para sustentar a su esposa e hija.
Muchos lo apoyan sin pensarlo. Sacan de sus bolsillos una moneda y se la dan para que Bryan, el predicador de los buses, siga saliendo adelante.