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Pescadores de Jaramijó se han convertido en víctimas de la delincuencia y casi a diario sufren de delitos tanto en tierra como en el mar.

Por ejemplo, una amenaza contra su vida hizo que José (nombre protegido) deje la pesca y que ahora se dedique a cuidar carros.

Él es oriundo de Jaramijó y desde allá viaja todos los días a Manta, donde cuida vehículos durante diez horas al día bajo el sol.

En sus manos aún hay huellas que les dejaron las redes de pesca.

Cuenta que a él como a otros pescadores les estaban cobrando “vacunas”.

Esta es una forma de extorsión que delincuentes exigen a dueños de embarcaciones y locales comerciales.

No sabía de dónde iba a sacar dinero para darle a los extorsionadores y mantener su hogar, conformado por tres niños y su esposa.

Había días que no le quedaba dinero ni para comer. Tampoco para pagar la tienda del barrio donde le fiaban compras.

Como no tenía dinero para pagarles, lo amenazaron con quemarle la lancha que era su único patrimonio. No tenía salida, dice.

La única solución era alejarse de la pesca, aunque no sabía en qué trabajar en tierra.

Apenas terminó la escuela y eso era otra dificultad. Sin embargo, por esos días un vecino le contó que un hijo que vivía en Manta le había buscado un puesto para cuidar carros, pero por un problema de salud no podía trabajar.

Entonces, le ofreció a José que tome su puesto.

José vendió su lancha con todo lo que había en ella. Con ello pagó la cuenta de la tienda y compró uniformes para sus hijos.

Con los ocho o diez dólares diarios que se gana compra comida y paga servicios básicos para su casa.

La Policía sabe que en Jaramijó se registran delitos como secuestros extorsivos, vacunas, tráfico de drogas y robo a pescadores, víctimas de los piratas en el mar.