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A partir de este jueves, 28 de abril de 2022, los ecuatorianos le dicen adiós a la mascarilla en exteriores e interiores por primera vez desde hace casi dos años a causa de la pandemia. Pero no todos se sentirán aliviados, la mascarilla nos ha protegido del coronavirus, pero también de las miradas ajenas y eso puede provocar cierta ansiedad social. Lo llaman el síndrome de la cara vacía.

Algunas personas sienten recelo a la hora de desprenderse de la mascarilla y no solo es por miedo al contagio, sino también por circunstancias que van desde la timidez a la ansiedad social por sentirse expuestos y es lo que algunos expertos han denominado el “síndrome de la cara vacía”.

“Tengo el gusto de anunciar que, desde hoy, en Ecuador dejará de ser obligatorio el uso de la mascarilla”, dijo el presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso, en una comparecencia junto a integrantes del Comité de Operaciones de Emergencia (COE) Nacional, entidad encargada de evaluar y gestionar la situación epidemiológica.

Nunca en dos años de pandemia, el cubrebocas había dejado de ser obligatoria en interiores pero sí se había relajado su uso en exteriores cuando hubiera distancia de social, aunque con la llegada de ómicron, hubo que volver a exigir su uso.

Lasso justificó la decisión adoptada por las autoridades en la masiva cobertura de vacunación de la población ecuatoriana y las bajas tasas de hospitalizaciones por covid-19 en el país.

Quiénes podrían sufrir el síndrome de la cara vacía

Para la psicóloga Pilar Conde, “la ansiedad social puede afectar a quienes sienten más temor del habitual a ser evaluados, se sienten inseguros ante la opinión que los demás puedan tener de ellos” sin mascarilla.

“Son personas que tienen dificultades para realizar ciertas interacciones sociales, como hablar en público o relacionarse en lugares concurridos”, apunta la directora técnica de Clínicas Origen.

Pero también a los adolescentes y jóvenes son otro grupo a los que les puede costar quitarse la mascarilla y sufrir de alguna manera ese síndrome de la cara vacía.

La directora de la Fundación Nuevas Claves Educativas y Máster en Orientación Familiar de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), María Campo Martínez, señala que psicólogos y pedagogos perciben en los adolescentes un sentimiento de inseguridad a quitarse la mascarilla.

La mascarilla, apunta, les ayuda a estar más cómodos en “su yo” y “temen ser rechazados o no ser aceptados del mismo modo por sus iguales, que son tan importantes para ellos”.

Pilar Conde, añade, “es un momento de autoconocimiento y autoestima, donde las habilidades sociales y la comunicación juegan un papel importante, por lo que retirar la mascarilla y exponerse al completo en estas interacciones, puede también generar cierto malestar”.

El físico juega también un papel importante, “los adolescentes están en pleno proceso de cambio y, de pronto, si no han mostrado su rostro en su grupo ni en redes sociales, van a verse forzados a hacerlo. Dos años es mucho tiempo a estas edades y puede que sientan desde recelo a hacerlo hasta miedo por como puedan ser percibidos por el resto”.

No obstante, tranquiliza Pilar Conde, “unos y otros se irán liberando del malestar sin mayor problema y serán sólo una minoría quienes precisen de ayuda psicológica para superarlo”.

También puede haber otro perfil de persona que simplemente tenga miedo al contagio por coronavirus al quitarse la mascarilla, sentirse insegura.

Por eso, la psicóloga Pilar Conde recomienda ante el síndrome de cara vacía:

  • Quitarse la mascarilla de manera progresiva, tanto en tiempo, como en los lugares. Empezar de los lugares en los que se sientan más seguros, y desde ahí ir escalando.
  • Actuar igual en relación a la interacción social. Comenzar por enfrentarse, primero, a pequeños grupos con los que nos sintamos cómodos e ir avanzando de formar progresiva.
  • Darse tiempo entre un paso y otro, para aprender que quitándose la mascarilla no ocurre nada grave. Cuando se sientan cómodos en el nuevo espacio conquistado, pasar al siguiente.
  • En cuanto a los más pequeños (era obligatoria en los mayores de 6 años y ya no habrá que utilizarla en las aulas) se recomienda a padres y educadores que les expliquen el nuevo contexto y las excepciones de uso.

La decisión anunciada en Ecuador se suma a similares medidas adoptadas en otros países de la región que han decidido relajar el uso de la mascarilla tanto en espacios abiertos como cerrados.