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 El sistema político implantado en el mundo es el arte de convencer a los votantes mediante el ofrecimiento en tiempo de campaña electoral sin que la palabra signifique tener la verdad; sólo es al servicio de sus intereses y se amparan en la Constitución de la República y el imperio de la ley para sobrevivir en la llamada democracia participativa y la sociedad civil. 

Todos nos hemos dado cuenta que la mayor parte de los políticos no son sino sofistas disfrazados para engañar con este juego que no está al servicio de los objetivos humanos y dicen a los cuatro vientos que buscan el bien común; pero se les ha caído la cara y la gente se da cuenta que se limitan a ocultar el interés de la partidocracia que aspira llegar al poder.
La política se sitúa más allá del bien y del mal, hace el bien cuando es posible para hacer creer que están al servicio de todos y el mal para actuar de acuerdo a sus intereses. Según ellos, es el principio y fin ético que practica el sistema político toda la vida.
Con lo vivido y la actividad política, jurídica, económica, democrática y cristiana, nos hace falta un mundo mejor y un Ecuador capaz de generar bienestar y equilibrio; pero que no se elimine la responsabilidad que tienen todos los gobiernos de turno, las comunidades y las organizaciones intermedias, porque todo el mundo sabe que el exceso de intervención estatal ha sido nefasto en la sociedad civil. Lo que hacen los elegidos al llegar al poder es disfrutar de los privilegios que les otorgan la ley de elecciones y el Estado.
Ante esta situación, el Estado tiene que intervenir sin demagogias y con verdadera eficacia, porque no puede desvirtuarse en provecho de unos pocos mitómanos de los tantos partidos políticos que viven a costa de todos conduciendo malévolamente el destino de un país, conociendo que quien hace política busca el poder y una vez en él, se promueven las distintas maneras de cómo gestionar la riqueza de cada comunidad y de ser permanentes como si fueran dueños del poder.
Es así que la política y la corrupción se han convertido en un poder absoluto dependiente de las arcas del Estado, que los pobres seguirán siendo pobres y los ricos más ricos. Con esta situación todo se derrumba, no hay orden, ni justicia. Por lo que se debería cambiar el sistema político.
Considerando a la política como el arte de poder persuadir y convencer mediante la palabra, seguiremos esclavizados al sistema político y económico de cada gobierno. ¿Será delito decir la verdad?
 
Milton Ricardo Bowen Rivera