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Me parece pertinente, a propósito de la no violencia contra las mujeres, referirme a las violencias que las mujeres ejercen sobre otras mujeres, sus orígenes, modos de actuar y el uso tan valioso de la rivalidad femenina tiene para los hombres que logran, de ese modo, inmovilizarnos y sacarnos del juego.

Las mujeres son criadas en un ambiente patriarcal. Como dice Gema Otero: “Los niños son socializados para tener éxito y poder social. Las niñas, en cambio, son socializadas para tener éxito en el amor; deben competir para ser más bellas y deseadas. La rivalidad masculina invita al crecimiento personal y colectivo; la rivalidad femenina invita a la individualidad y la crítica destructiva”.
En ese entorno, desde que somos niñas, se nos enseña a competir con la otra niña y a culparla de nuestros males, siendo incapaces de mirarla como una aliada, con objetivos similares y desafíos comunes.  Todo esto, además, reforzado por la mitología, historias religiosas, cuentos infantiles, telenovelas, películas, etc.  en las que muy pocas veces o nunca se observan argumentos centrados en la necesidad de ser empáticas, generosas, comprensivas e incluyentes.
¿En qué se muestra esta rivalidad? En que, como nos criaron para competir, reiteradamente estamos haciendo eso, compitiendo con otras mujeres, si son más delgadas, más guapas, más inteligentes y encima tienen más propuestas que nosotras. Se vuelve un infierno el asunto porque despierta todas las inseguridades, temores y miedos femeninos.
Tal rivalidad se muestra en una serie de imaginarios sociales como que las jefas son peores que un jefe, más aún si la subalterna es del género femenino. Las amantes malvadas que les quitan los maridos a las sacrificadas esposas, siendo que los pobres hombres cayeron en sus garras.  Las chicas bonitas y sexis, que por su culpa son violadas sexualmente, justificando lo sucedido en su ropa, maquillaje, etc.  Y así, podríamos nombrar muchos más casos de imaginarios que lo que hacen es que las mujeres compitan y se vean como rivales, enemigas.
Por supuesto, quienes salen ganando son los hombres, porque mientras las mujeres se pelean entre ellas, dejan los espacios libres para que ellos los ocupen. Mientras las mujeres compiten con otras mujeres, ellos son liberados de culpa y responsabilidad.
Así que la próxima vez que quiera compararse y pelear con alguna mujer, cuando quiera criticarla o excluirla de su espacio porque le hace sombra, más bien únase y brillen juntas.