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 Cuando el Divino Creador formó al hombre, le dio en pertenencia un mundo impoluto, con exuberante vegetación, ríos y lagos vivos, con flora y fauna profusas y le dijo “todo esto es de ustedes”.  El mortal, que en los primeros siglos de su vida no eran multitudes, no tenía artefactos ni máquinas contaminantes, cuidando su hábitat.

En el desarrollo de su vida el hombre va inventando artilugios y descubriendo yacimientos de petróleo, auríferos y otros minerales, que lo han hecho poderoso y enriquecido, pero estos bienes tienen un caro precio para la naturaleza y la humanidad, porque para extraerlos hay que contaminar las aguas de los ríos, acequias y otros afluentes, amén de destruir selvas, bosques y desterrar a los nativos que allí conviven. Afectan con esto a la biodiversidad.
Científicamente se ha probado que las industrias más contaminantes son la textil y la petrolera. Sí es verdad, el plástico ha facilitado nuestro talante de vida, pero es un elemento muy nocivo para la naturaleza, por no ser biodegradable y porque se desecha en cualquier parte, llegando por toneladas a los océanos, causando miles de víctimas en la fauna marina que mueren atragantados. Se ha buscado en el reciclaje una solución definitiva o alternativa para el reutilizamiento de los plásticos, metales, papeles y todo lo que pueda servir a este loable fin. Los gobiernos mundiales se preocupan y crean leyes y aplican onerosos impuestos para frenar en algo estas formas de contaminación. La tecnología ha ayudado en mucho al despegue actual de la humanidad, cambiando nuestras formas de vida, por ello el hombre ha llegado al espacio y a los más remotos lugares del mar, se presume que cada persona posee un teléfono móvil, que lo cambia siempre por uno de más modernidad, esos desechos y sus baterías que suman millones, son componentes contaminantes de alta peligrosidad. El hombre en su irracional afán dañino ha devastado tierras fértiles, envenenado las aguas potables y la de los piélagos, convirtiendo a los mares y al espacio atmosférico en grandes basureros. Han pasado siglos de ese estupendo regalo que Dios nos proveyó y lejos de cuidarlo y renovarlo, el mayor depredador que lo habita se ha encargado generacionalmente de destruirlo, provocando enormes focos contaminantes, que tienen actualmente a la humanidad hincada y postrada con esta imbatible pandemia, que nos amenaza mortalmente y nos obliga a usar mascarillas indefinidamente. Desaparecieron de la faz de la tierra los dinosaurios, que eran una especie más  resistente, a este ritmo puede extinguirse la especie humana que es más débil.
Cuidemos nuestra casa grande, el mundo que vivimos.