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Ese fue el tránsito por la vida de este personaje que el reciente día 4 de este mes, desde aquí partió al descanso eterno, en estos tiempos en que seguidamente suceden estos penosos acontecimientos.

 Habiendo nacido hace 65 años en la capital de Nicaragua, desde unos 40 años atrás su destino lo trasladó a nuestro Manabí del alma, fijando su residencia en Portoviejo, donde lo atrapó el amor por Peggy, el calor de la gente que lo rodeó y el progreso de esta provincia en la que invirtió sus vastos conocimientos de ingeniero civil y su gran capacidad empresarial en propósitos de desarrollo regional, como en ese entonces, 25 años atrás, proponía ZOFRAMA, empresa de la que por varias ocasiones fue su presidente y donde con este contador de historias compartimos aciertos y humanos errores, lo que permitió mutuamente conocernos, destacando por ello que, pese a nuestras diferencias conceptuales y firmezas de acciones, hasta en no compartir su hábito de fumar al que yo a los 40 años de edad pude abandonar, siempre recibí de este amigo lo que distinguió su conducta: su natural don de gentes, cortesía y generosidad.
“A todo señor todo honor” y no porque haya fallecido es que reconozco esa innata caballerosidad de Ernesto Ortega Guerrero -que es a quien me estoy refiriendo- para pagar algo el honor que tuve, cuando juntos viajamos a Managua a un congreso de Zonas Francas de las Américas y visitamos a su ahora sobreviviente señora madre en el ancestral hogar que fundó su señor padre, un reconocido diplomático nicaragüense familiarmente relacionado al apellido Ortega, actualmente mandatario de dicho país. Cosa igual sucedió cuando por la bondad de Ernesto, en California, su hermano Alfonso fue mi esmerado anfitrión.
Cumpliendo su voluntad y habiendo su espíritu partido al infinito, los restos mortales de Ernesto serán trasladados a Granada, Nicaragua, al postrer sitio de reunión con los de su señor padre, que allá esperan.
Nos corresponde, a su viuda Peggy Viteri, a sus hijos, nietos, a sus hermanos y a todos sus familiares en Nicaragua y en distintas partes del mundo, manifestarles lo que antecede y los sentimientos de solidaridad con ellos por la partida de este caballero que, amando entrañablemente a la capital de Manabí, Portoviejo, donde fue muy feliz y desgraciadamente lo sorprendió la parca, él nunca dejó de ser nicaragüense. 
Esta nota representa a todos quienes me lo han solicitado y coinciden con lo que antecede. ¡Que nuestro amigo Ing. Ernesto Ortega Guerrero tenga el eterno descanso que se ganó y se merece!  
 
Melvyn O. Herrera C.