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¡Hazte el muerto! ¡Hazte el muerto!”. Los alaridos de Amie Huguenard (37) se mezclan con el ruido suave de la lluvia golpeando sobre la lona de la carpa y los aterradores gruñidos de un oso que está arrastrando a su novio desde la puerta de la tienda hacia la espesa vegetación.

Es una noche brumosa y cerrada. Timothy Treadwell (46) también grita desesperado. Sabe que el enorme animal se lo lleva para alimentarse. El oso tiene atrapada su cabeza entre sus mandíbulas.

Timothy siente su aliento y su jadeo. En breve lo va a devorar.

Amie se da cuenta de que su consejo para que Timothy se haga el muerto, no ha funcionado. Ahora le grita que pelee con fuerza por su vida. Ella, valiente, golpea al oso con una sartén, pero no consigue nada. El animal, enseguida, regresa por ella.

En 360 segundos todo ha terminado y el silencio vuelve a reinar en el Parque Nacional Katmai, en el sureste de Alaska, Estados Unidos.

Para el momento del ataque, Treadwell había cumplido un total de trece años dedicándose al cuidado y preservación de la vida silvestre, en especial la del animal que terminó acabando con su vida.

Timothy “amaba” a los osos, decía que eran sus “amigos” y sentía que su verdadero objetivo en la vida era protegerlos, por lo cual, cada vez que podía cohabitar con ellos en estado salvaje no dejaba pasar la oportunidad. La noche de la tragedia Treadwell y Hugenard estaban registrando y filmando todo lo posible sobre los osos grizzly.