Orígenes de la festividad
La festividad de Santa María Reina se instituyó el 11 de octubre de 1954 por el papa Pío XII mediante la encíclica Ad Caeli Reginam. Esta celebración reconoce a la Virgen María como reina por su maternidad divina y su papel en la salvación, según el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 966).
La devoción a María como reina tiene raíces en la tradición patrística, con referencias en textos de San Efrén y San Gregorio Nacianceno del siglo IV, que la llamaron “Madre del Rey”. Inicialmente fijada el 31 de mayo, la fiesta fue trasladada al 22 de agosto tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II para coincidir con la octava de la Asunción (15 de agosto).
Papel teológico
María es venerada como Reina del Cielo y de la Tierra, un título basado en su Asunción y coronación, según el Evangelio de Lucas (1:32-33) y el Apocalipsis (12:1). La encíclica Ad Caeli Reginam destaca su cooperación en la redención al aceptar ser madre de Cristo.
La tradición mariana, documentada por San Luis María Grignion de Montfort, subraya su intercesión y reinado espiritual sobre los fieles. La festividad refuerza el dogma de la Inmaculada Concepción (1854) y la Asunción (1950), definidos por la Iglesia para resaltar la dignidad de María.
Filosofía y espiritualidad
La espiritualidad de Santa María Reina se centra en la humildad, la obediencia y la intercesión. María, como madre de Cristo, Rey del Universo, es modelo de servicio, según su Fiat en la Anunciación (Lucas 1:38).
Su reinado no es político, sino espiritual, guiando a los fieles hacia su Hijo, según Lumen Gentium (n. 62). La devoción mariana promueve la oración del Rosario, que Pío XII vinculó a esta festividad.
Es patrona de numerosas diócesis, como Los Ángeles, EE.UU., y de comunidades religiosas como las Hijas de María Reina. Su título de reina es universal en la Iglesia Católica y Ortodoxa, según Catholic Encyclopedia.
Celebración del 22 de agosto
La festividad de Santa María Reina se celebra el 22 de agosto, según el calendario litúrgico post-Vaticano II, como culminación de la Asunción. En Roma, la Basílica de Santa María la Mayor acoge liturgias solemnes, y en todo el mundo se rezan misas y rosarios. En España, localidades como Sevilla veneran imágenes como la Virgen de los Reyes, asociada a este título.