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Las grietas se multiplican en el París Saint-Germain antes de recibir el martes al Real Madrid en la ida de los octavos de final de la Liga de Campeones y un único pegamento sustenta al equipo más caro de la historia: Kylian Mbappé.

El joven delantero, que este verano hizo todo lo posible para pasarse al rival de los parisienses, que todavía no ha renovado su contrato con los franceses, mantiene paradójicamente en pie un edificio que hace aguas.

Su gol en el minuto 93 contra el Rennes anoche apareció como una pequeña anestesia en medio de todas las fracturas.

La más evidente, la que mantiene el club con la grada. El aficionado se aburre y no ve en el césped la promesa de lo que una plantilla tan afamada podría aportar.

La distancia entre los nombres y el fútbol ha acabado por agotar a los fans, que lo hicieron saber de forma sonora.

Tardaron 25 minutos en ocupar los fondos del Parque de los Príncipes, en señal de protesta por el rendimiento del equipo y, cuando lo hicieron, estaban pertrechados de pancartas duras con el club y con los jugadores.

“Una plantilla descuidada, una disciplina que deja que desear, mercenarios pagados de más”, escribieron en sus manifiestos, en letras grandes, para que nadie pudiera ignorarlo.

También dejaron claro el blanco de sus iras: “Leonardo: es hora de marcharse”.

El director deportivo es, a su juicio, responsable de que el equipo no esté rindiendo. Por ahora, Mauricio Pochettino, que no ha dado con la tecla para hacer jugar a la constelación de estrellas, y Nasser Al Khelaifi, que ha amasado esa galaxia a base de talonario, quedan en un segundo plano.

CRÍTICAS A LOS JUGADORES. Pero la grada, que volvía al estadio tras meses de ausencia por sanción y por las restricciones sanitarias, tampoco se mostró clemente con los jugadores.

Solo Marquinhos se salvó de sus críticas. Ni siquiera Mbappé, a quien reprochan su negativa a prolongar el contrato que acaba a finales de temporada, quedó al margen de su ira.

Tampoco Marco Verratti, que sostiene el centro del campo del equipo, convence y mucho menos Lionel Messi, que tras un buen encuentro hace una semana contra el Lille volvió a estar muy lejos de lo que se espera del único jugador que atesora siete Balones de Oro. Su asistencia en el último suspiro a Mbappé salvó, en parte, su pobre actuación.

Neymar, el jugador más caro de la historia, sigue recuperándose de la lesión y a lo más que puede aspirar el PSG es a tenerle en el banquillo y hacerle regresar tras dos meses de ausencia en caso de extrema urgencia.

El ambiente no es el mejor para la recepción del Real Madrid y Pochettino se apresuró a pedir “unidad” en la rueda de prensa posterior al duelo contra el Rennes.

“Es el momento de estar unidos para alcanzar nuestro objetivos. Cuando acabe la temporada podremos hacer balance”, dijo el entrenador, que tampoco goza del respaldo de los aficionados.

La prensa tampoco se muestra optimista. L’Équipe sostiene que los argumentos del PSG para afrontar el duelo contra el Madrid con opciones de victoria “están más ligados a la incertidumbre del fútbol que a las garantías que ofrece el club”.

En ese panorama, todas las esperanzas están puestas en Mbappé, el único que parece elevar el nivel. Si el club parisino sobrevuela la liga francesa, si mantiene opciones y esperanzas de seguir vivos en Europa, es gracias a sus 20 goles, cuatro de ellos en Liga de Campeones.

¿Bastará la calidad del jugador de 23 años para tapar todas las grietas del club?

A ello se aferran en París, sabedores que doblegar al Madrid puede cambiar la tendencia en un final de temporada donde todo se decide. EFE