La luna, el cuerpo celeste que es inspiración de poetas, cómplice de amores y refugio de desamores, quedará ahora expuesta en una plaza de los Andes de Ecuador, donde el escultor Jesús Cobo colocará representaciones del satélite en acero inoxidable, junto al Intiwatana, el “lugar donde se amarra el sol”.
Ocho lunas, de tres metros de radio cada una, se exhibirán en la “Plaza Cívica” o “de las Lunas” de Otavalo, ciudad de encantos naturales y cultura milenaria en la norteña provincia andina de Imbabura.
La plaza de Otavalo tendrá, asimismo, una representación contemporánea de 8 metros de altura y 1,5 toneladas de peso del Intiwatana, la escultura religiosa en la que simbólicamente se ataba al sol y que -según la tradición inca- servía de calendario solar para marcar las estaciones según la proyección de su sombra.
Con 40 años en el mundo de la escultura, las expertas manos de Cobo también construyeron, en una pieza de 5,5 metros de alto, al Aya Uma, una representación tridimensional del personaje de la mitología andina que podía ver adelante y atrás a la vez, al ayer y al futuro; un ser omnipresente y sin tiempo.
Esta obra, también en acero inoxidable, con base de forma trapezoidal, se ubicará en una esquina de la plaza, a manera de puerta de bienvenida a quienes la visiten, comentó Cobo a Efe.
UNAMUNO, NERUDA Y SHARUPI
En cada luna, Cobo incluyó partes de poemas referentes al satélite natural porque la poesía “siempre es necesaria”, cuenta antes de parafrasear “Quiero besarte íntegra, como luna en el agua”, de la pluma del poeta y escritor ecuatoriano César Dávila Andrade.
De la poetisa indígena María Sharupi ha grabado en una luna -en español y shuar- “Cuando hablo de la luna, pregunto a la noche”, mientras otra luce: “Ojos de anochecer los de tu cara y luz de luna llena dentro de ellos”, del escritor español Miguel de Unamuno.
“Debajo de tu piel vive la luna”, está escrito en otra escultura, plasmando así la inspiración del poeta chileno Pablo Neruda. Para Cobo, la luna “es fundamentalmente la posibilidad de esperar por mañana o por alguien que venga a iluminarte o abrazarte”.
RESPETO CULTURAL
Cobo espera que con esta manifestación de arte público, los indígenas otavaleños, “se sientan valorados y representados a través de un símbolo (la luna) que marca gran parte de su día a día”, y que tiene “connotaciones con lo espiritual y lo mágico”.
Además, “el poner símbolos de su propia cultura es una muestra de respeto a las culturas ancestrales”, comentó el artista que ha expuesto en Alemania, Italia, Turquía, Estados Unidos, Canadá, Argentina, España, Japón, Israel, Catar, China y México, entre otros.
Cobo inició su carrera profesional con técnicas de grabado, pasó luego al lenguaje escultórico en materiales como la arcilla, piedra, madera, bronce, acero al carbono, mármol, y desde hace unos catorce años transforma en arte el acero inoxidable, al que considera “elegante, tecnológico y eterno”.
Y en acero inoxidable hizo las lunas por la semiótica con la coloración del satélite, y también por la facilidad de restauración y limpieza. “En caso de otro material, se deteriora mucho”, explicó.
Del mismo acero ha sacado texturas para lograr diferentes tonos cromáticos gracias al reflejo de la luz y así permitir otros efectos visuales y diferentes sensaciones al tacto.
EL ARTE COMO DERECHO HUMANO
Nueve meses le tomó al escultor crear las obras para Otavalo, y se valió de consejos de técnicos e ingenieros para resolver el problema físico de la sustentación de las esculturas, a fin de que las lunas permanezcan en diagonal, como suspendidas, sin ningún soporte visible alrededor.
La gente podrá interactuar con todo el complejo escultórico, pues el arte público “es la forma más democrática de compartir la creación humana”, dijo.
“El arte es un derecho humano. No hay arte si está encerrado, si no recibe una humanización a través del pensamiento que pueda generar en la gente”, indicó Cobo, convencido de que se abrirá así un espacio público que propiciará el diálogo y reflexión de los ciudadanos, y proyectará en el tiempo el respeto y valoración que merece la cultura y cosmovisión de los pueblos originarios.