Fajar a los recién nacidos, también conocido como envolverlos con mantas o telas ajustadas al cuerpo —una práctica ancestral en varios países—. Sigue utilizándose en hogares y algunos hospitales de América Latina, según informes recientes. La técnica busca mantener al bebé quieto y cálido. Sin embargo, organismos pediátricos y especialistas de la salud han advertido sobre riesgos potenciales para la salud del menor si no se realiza de forma adecuada.
La técnica, comúnmente descrita como “envolver como tamal”, ha sido transmitida de generación en generación. Especialmente en comunidades rurales o de tradición indígena, se cree que proporciona seguridad, descanso y desarrollo físico adecuado al bebé. Sin embargo, la evidencia médica actual cuestiona sus beneficios y destaca sus peligros si se aplica incorrectamente.
¿Qué significa fajar o envolver a un recién nacido?
Fajar a un recién nacido implica envolverlo con una manta o tela ajustada desde los hombros hasta los pies, restringiendo el movimiento de brazos y piernas. Tradicionalmente, se creía que esta técnica ayudaba a que el bebé no se sobresaltara, durmiera mejor y mantuviera una postura adecuada para el desarrollo de sus extremidades.
Mujeres mayores, abuelas y parteras tradicionales aún recomiendan esta práctica. Es especialmente común en países como México, Perú, Ecuador, Guatemala y Bolivia, donde el cuidado neonatal está fuertemente influenciado por creencias ancestrales.
Recomendaciones médicas actuales y riesgos asociados
La Asociación Americana de Pediatría (AAP) y otras entidades médicas, como la Sociedad Iberoamericana de Neonatología, han recomendado no fajar a los bebés de forma apretada, especialmente en la zona de las piernas. Según estas organizaciones, envolver incorrectamente puede contribuir al desarrollo de displasia de cadera. Esta es una malformación de la articulación que puede requerir cirugía en casos graves.
Asimismo, estudios médicos han asociado el fajado con un mayor riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). Sucede si se coloca al bebé boca abajo o si la tela impide una adecuada movilidad torácica y respiración.
“La técnica solo debe usarse con bebés menores de 2 meses y de forma correcta, dejando libre la movilidad de las caderas”, señala un informe clínico publicado por la Clínica Mayo.
¿Dónde y cómo se sigue practicando?
En algunas zonas rurales de América Latina, la técnica aún es enseñada por tradición oral, sin supervisión médica. En hospitales públicos, sobre todo en maternidades de alta demanda, se ha reportado el uso ocasional del fajado para calmar a los recién nacidos, aunque cada vez es menos frecuente debido a las guías hospitalarias actualizadas.
Por ejemplo, en hospitales de México y Centroamérica, se han emitido protocolos que desaconsejan el uso rutinario del fajado. Priorizan técnicas como el contacto piel con piel, el colecho supervisado y el uso de sacos de dormir especiales para bebés.
Algunas clínicas privadas y centros de partos humanizados han adoptado completamente estos nuevos enfoques, pero el contraste con las prácticas comunitarias aún representa un reto para los sistemas de salud.
Educación y cambio cultural, el camino hacia un cuidado seguro
Expertos coinciden en que el cambio debe venir desde la educación prenatal y la formación de personal médico y partero. El respeto a las costumbres culturales es clave, pero también lo es la divulgación basada en evidencia científica.
Programas comunitarios de salud en países como Chile y Colombia han incorporado sesiones informativas sobre los riesgos del fajado y promueven métodos de envoltura seguros, como el uso de mantas ligeras con espacio para el movimiento de las caderas.
“No se trata de prohibir una tradición, sino de enseñar cómo adaptarla de forma segura”, indicó un pediatra del Ministerio de Salud de Colombia.