La intolerancia al gluten puede afectar el día a día de una persona, ya que se manifiesta con síntomas estomacales como gases, vómitos, diarreas y más.
Aunque no se puede curar, es posible mejorar la calidad de vida mediante dietas sin gluten y tratamientos específicos.
Dos formas de intolerancia al gluten
La intolerancia al gluten se refiere a la incapacidad del cuerpo para procesar esta proteína presente en trigo, cebada, centeno y sus derivados. Existen dos condiciones principales: la enfermedad celíaca y la sensibilidad al gluten no celíaca.
La celiaquía, una enfermedad autoinmune, afecta al 1% de la población global y daña el intestino delgado al consumir gluten, causando síntomas como diarrea, fatiga, dolor abdominal y pérdida de peso. Esta requiere diagnóstico mediante análisis de sangre (anticuerpos anti-transglutaminasa) y, en ocasiones, biopsia intestinal.
La sensibilidad no celíaca, menos grave, presenta síntomas similares (hinchazón, fatiga, dolor) pero sin daño intestinal ni marcadores inmunológicos, afectando al 6-10% de la población, según estudios recientes. Esta condición se diagnostica por exclusión, tras descartar celiaquía y alergia al trigo.
Ambas condiciones se manejan principalmente con una dieta libre de gluten, supervisada por especialistas.
Alimentos a evitar y permitidos
Las personas con intolerancia al gluten deben evitar alimentos con trigo (pan, pasta, galletas), cebada (cerveza, malta), centeno (pan de centeno) y derivados como salsas o alimentos procesados con gluten oculto (embutidos, sopas enlatadas). También se deben revisar etiquetas de productos como medicamentos o cosméticos que puedan contener trazas.
Los alimentos permitidos incluyen arroz, maíz, quinoa, mijo, sorgo, legumbres, frutas, verduras, carnes frescas, pescados, huevos y lácteos sin procesar.
Productos certificados como sin gluten (con el sello correspondiente) son seguros. La avena pura, sin contaminación cruzada, es apta en la mayoría de los casos, pero debe introducirse bajo supervisión médica.
Tratamiento médico y manejo de la intolerancia al gluten
El tratamiento principal para ambas condiciones es la dieta sin gluten estricta y de por vida en el caso de la celiaquía. Los pacientes celíacos requieren seguimiento con nutricionistas y gastroenterólogos para monitorear la recuperación intestinal y prevenir deficiencias nutricionales, como de hierro o vitamina B12.
En la sensibilidad no celíaca, la dieta puede ser menos estricta, ajustándose según la tolerancia individual.
En casos de celiaquía no controlada, pueden surgir complicaciones como osteoporosis, anemia o, raramente, linfoma intestinal. Los pacientes con sensibilidad no celíaca no enfrentan estas complicaciones, pero los síntomas afectan su calidad de vida.
No existen medicamentos específicos aprobados para tratar la intolerancia al gluten, aunque ensayos clínicos exploran terapias como enzimas digestivas.
Diagnósticos van en ascenso
La prevalencia de la intolerancia al gluten ha aumentado debido a mejores diagnósticos y mayor consumo de alimentos procesados.
En países como Ecuador, la oferta de productos sin gluten creció un 20% entre 2020 y 2025, según datos de mercados locales.
La consulta con especialistas es clave para un diagnóstico preciso y un manejo adecuado, evitando autodiagnósticos que puedan llevar a dietas innecesarias o riesgos nutricionales.