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El reciente paro de la Conaie deja en claro que el país es la suma de varias culturas, de varias visiones de lo que debe ser Ecuador. Con acierto, la Constitución sostiene que este es un país pluricultural.

La protesta indígena no tuvo el respaldo de gran parte del país. Es más, muchos la rechazaron e incluso se escuchó propuestas para dividir a Ecuador en más de dos países.

Desde hace tiempo, desde esta columna, se viene proponiendo que para evitar la división del país, o al menos para reducir las fricciones internas entre sus diferentes grupos humanos, la solución es cambiar el modelo administrativo, para pasar del actual sistema centralizado a uno descentralizado o de autonomías, que lleve el poder a las localidades, que lleve el poder de decisión a la gente.

No tiene sentido que el 80% de los recursos públicos los decida un Presidente de la República, mientras que el restante 20% lo administren más de 200 alcaldes y prefectos.

Si los indígenas, o los negros, o los australes, o los manabitas, pudieran decidir sobre sus recursos, y no que esta decisión provenga de un centro administrativo, sería mejor, porque las decisiones y su control se tomarían más cerca de los problemas y porque cada pueblo pudiera decidir mejor su futuro.

Esta generación de políticos le debe al país una discusión seria sobre la descentralización, sobre el poder local.

Editorial de El Diario publicado este sábado 2 de julio del 2022 en nuestra edición impresa.